viernes, 26 de febrero de 2016

Teoría y práctica de lo improcedente 20160226

Algo pasa en la política española. Algo que sobrepasa los viejos y habituales vicios hasta alcanzar una especie de clímax delirante. Por doquier, gente que se supone cualificada abre la boca para decir barbaridades o estupideces o chistes malos. ¡Ay, madre!

No procedía que el delegado del Gobierno en Aragón quisiera disimular el evidente fallo de los protocolos, sugiriendo que la última mujer asesinada en Zaragoza debía haber avisado de que su expareja venía a por ella. Afirmación falsa y contraria al principio de que las víctimas no pueden ser responsabilizadas de los actos de sus verdugos. La posterior réplica de una diputada de Podemos, Amparo Bella, tampoco estuvo acertada. No venía a cuento mencionar expresamente a Miguel Ángel Blanco, aunque lo hiciera desde una argumentación lógica, pues el machismo violento degeneró hace mucho en terrorismo puro y duro. Por ello, totalmente inadecuada asimismo la reacción inmediata del PP y de los grupos y medios afines. Y no quiero calificar el empeño de la propia hermana de Blanco en querellarse contra Bella por un (inexistente) delito de humillación a las víctimas de ETA... Vaya sucesión de desbarres.

Podemos y su diputada han reconocido su fallo y han pedido disculpas. Alcalde y el PP, no. Pretenden algunos que solo cabe reconocer como víctimas dignas de especial respeto a quienes fueron objetivo de una marca terrorista en concreto (ETA), y aspiran asimismo a tener la exclusiva de su legado. Tan feo proceder convierte en instrumento político la memoria de unos hombres y mujeres cuya desaparición nos duele a todos los demócratas. Al tiempo, devalúa a las víctimas de otros terrorismos.

En estas, que me pasan la grabación de un discurso del presidente de la Diputación Provincial de Teruel, Ramón Millán (PAR). Solo se le ocurrió, al intervenir en unas jornadas sobre inserción laboral de los discapacitados intelectuales, decir que estos curran a lomo caliente sin pensar en cuando acaba la jornada, y además ¡no tienen sindicatos! En fin... Me voy a escuchar otra vez a Rita, que por lo menos con ella me deshuevo un rato. 

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