martes, 24 de diciembre de 2013

Pues eso... ¡Feliz Navidad! 20131224

La Navidad es una extraña época del año que empieza en la primera mitad de diciembre, cuando los spots de perfumes se adueñan de la tele, y acaba el 6 de enero, justo en el comienzo de las rebajas-rebajas. Quiere decirse que el fenómeno es sobre todo comercial. El personal se carga de colesterol y ácido úrico, los cuñados se mosquean entre sí en las cenas de Nochebuena (y más si tienen continuación en la comida del 25), los niños gritan ¡me lo pido! incitados por la publicidad y reina una feliz atmósfera de hermandad y buen rollito. Eso sí, la maldita crisis y sus consiguientes ajustes, nos libran de ciertos excesos gastronómicos, reducen la fiebre consumista, enfrían el ambiente y ponen las cosas en su sitio: vuelven los actos caritativos, Plácido ya no es una vieja película sino un cuento neorrealista y toda la esperanza posible queda bajo administración del Gobierno, que nos promete un 2014 algo mejor, en el supuesto de que nos sigamos habituando a ganar menos, gastar poco, financiar el rescate bancario y ser obedientes. Y ojo que estas virtudes no han de ser opcionales, sino obligatorias. 

La Navidad tiene su puntito y su leyenda. La felicidad, nos dicen, se construye sabiendo disfrutar de las cosas pequeñas (más con menos, ya saben) y aceptando la vida como viene. E incluso los más rebeldes y cínicos, que consideramos las antecitadas virtudes pura y blanda resignación, no podemos sustraernos al influjo de las lucecitas, las campanillas y los villancicos. Yo mismo ando estos días sonriente y amable, campechano y ocurrente, prodigando felicitaciones y buscando aspectos positivos en la realidad cotidiana... aunque, la verdad, me cuesta muchísimo encontrarlos.

Puestos en ello, quiero desearles lo mejor, para estos días y para el año que viene. Mejores sueldos, mejores servicios públicos, mejores gobernantes, mejores expectativas, mejores intenciones, mejores días y mejores noches... Más dignidad como ciudadanos, más libertad, más capacidad para luchar contra los malvados, más inteligencia, más iniciativa, más valor. O sea, sean felices de verdad, y tiren la resignación al cubo de la basura. 

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