miércoles, 14 de mayo de 2014

No saquemos este crimen de quicio

Entendámonos: el terrible y absurdo asesinato de Isabel Carrasco no tiene nada que ver ni con el supuesto hartazgo de la gente (ante las consecuencias de recortes y ajustes) ni con los escraches ni con el descrédito de los políticos. En absoluto. Un primer análisis del crimen revela su carácter específico, presuntamente cometido por quienes estaban o habían estado muy próximas a su víctima en lo personal y lo político. Los móviles de esta barbaridad se cocieron en un mismo ámbito ideológico, pero resulta evidente que la ideología solo ha sido un factor colateral, secundario. La venganza y la rabia son reacciones transversales.

Desde luego, el fenómeno que aún denominamos crisis ha dejado muchos perjudicados por el camino. Pero estos no han recurrido a la violencia. En casi siete años de desastre, la gente de a pie (despedida, desahuciada, estafada o arruinada de cualquier otra manera) no ha hecho sino protestar pacíficamente, exteriorizar su indignación con algún grito (como ayer mismo, en Zaragoza, los trabajadores de Tabuenca) o resignarse y arrostrar su desgracia como han podido. Algunos se han suicidado, sí. Sin embargo, los ataques o agresiones han sido escasísimos. Prácticamente ninguno si descontamos los pocos incidentes contabilizados en manifestaciones o revueltas ciudadanas. Los escraches se han desarrollado asimismo de manera muy contenida. Todo legal. Aquí la ciudadanía es muy templada, muy serena y muy cívica, mal que le pese al Ministro de Interior.

En el universo digital sí se han difundido mensajes y comentarios aberrantes relativos al asesinato de Carrasco. Pero esos torpes desahogos son consustanciales con internet. Trolls, frikis, desequilibrados y fanáticos llenan webs y redes sociales de desahogos demenciales. Es difícil evitarlo, y en todo caso ese fenómeno verbal o retórico no se ha trasladado a los hechos.

Que no tiemblen los políticos ni los poderosos en general. No están amenazados. Lo sucedido en León, por muy trágico que sea, no es el principio de nada. España (cerrado el capítulo de ETA) es un país atormentado... pero en calma. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario