martes, 6 de mayo de 2014

Viéndolo desde lejos, aún asusta más 20140506

Entre las noticias que ayer ingresaron de urgencia en las ediciones digitales de los diarios estaba la decisión del TSJ de Madrid de apartar a la magistrada María Tardón del proceso al también juez Elpidio Silva, ya saben: el que se atrevió en enchironar al expresidente de Caja Madrid, Miguel Blesa, y ahora paga semejante atrevimiento. El asunto me interesó enseguida porque precisamente esa vista oral de la causa contra el tal Elpidio ha sido un espectáculo enloquecedor y terrible a la vez. Sobre todo, visto desde la relativa lejanía de unas minivacaciones. En tal situación, cuando los periodistas salimos por un momento de la charca y nos convertimos en unos espectadores más, apreciamos en mayor medida la gravedad de esos acontecimientos cuya agotadora sucesión diaria nos embota a veces el imprescindible sentido de la indignación.

La señora Tardón formó parte de la Asamblea General de Caja Madrid representando al PP, partido por el que fue teniente de alcalde de la capital de España. Alguna relación tendría con Blesa, cuando éste era jefazo de la misma entidad por designio conservador. Sin embargo ahí estaba la buena mujer, juzgando al juez que quiso meterle mano al citado Blesa. El cual, por cierto, hablaba ante la Sala en condición de testigo, lamentando el daño que se le hizo mandándole a Soto del Real, y mientras, por detrás, las víctimas de las preferentes reclamaban justicia, imprecaban al banquero de la derecha y eran multadas por desacato. Aquello tiraba p'atrás. Luego dirán que Elpidio es un friki.

Si sólo fuese lo de Tardón, Blesa y Silva, aún cabría soportar este delirio. Pero los asuntos se suceden: se multiplican las sospechas (sobre cursos, subvenciones, contratas, obras, contabilidades), se juega sucio usando los órganos de control y las unidades policiales de investigación (demasiadas filtraciones interesadas, ¿no?), se manipula la información, para contentar a los sátrapas chinos se hacen leyes que acaban beneficiando directamente a los narcotraficantes... Nadie se fía de nadie. Y si te apartas un poco para contemplar el panorama desde fuera... aún asusta más. Acojona, oye. 

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