martes, 11 de agosto de 2015

Inconsciencia y cara dura de los ‘indimisibles’ 20150811

Lo de la reunión del ministro del Interior con el investigado Rodrigo Rato produce incredulidad, pasmo, vergüenza ajena y esa sensación alucinatoria que últimamente es indisociable de cualquier aproximación a la política española. Por supuesto Fernández Díaz debería dimitir. Pero eso no suelen hacerlo quienes solo han hecho algo improcedente o han tenido un comportamiento inadecuado (salvo casos excepcionales, como aquel Fernández Bermejo, que fue pillado en situación comprometida y se fue como un caballero). Entre muchas autoridades españolas existe la convicción de que la soberanía popular es una entelequia. Así que todos esos remilgos característicos de la vieja Europa democrática, donde se renuncia a un cargo público por cualquier fruslería, no valen en la piel de toro. Aquí un alcalde como el de Alcañiz es cazado cuando cometía un delito... y sigue en su puesto tan pancho, con la conciencia aparentemente tranquila porque, oye, ¡ya ha pedido perdón! Por supuesto, este individuo, como el ministro antes citado, no es que tengan la cara de cemento armado (que la tienen), no es que no distingan entre lo correcto y lo incorrecto (que no distinguen), es que son unos inconscientes.

El amor obsesivo por la poltrona arrastra igualmente a quienes pierden elecciones, han fracasado estrepitosamente en su gestión, hacen o dicen alguna barbaridad... Se escudan tras las excusas más peregrinas. ¡Pues no ha sido capaz el tal Fernández Díaz de decir que recibió a Rato en el ministerio porque este quería comentarle un asunto «personal»!

Los jerarcas andaluces del PSOE han aguantado el temporal de los ERE hasta límites inimaginables. Esperanza Aguirre sigue ahí tras descubrirse que estaba rodeada de presuntos y estrellarse en las urnas. Los secretarios generales de UGT y CCOO ni se han canteado mientras sus respectivos sindicatos se desplomaban y los derechos de los trabajadores saltaban por los aires (Cándido y Toxo parecen de otro planeta). En cuanto a las patronales... qué se puede decir.

Luego se extrañarán de que la gente ande tan suspicaz y mosqueada.

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