lunes, 28 de marzo de 2016

A ver cómo nos quitamos los 'muertos' 20160328

En los próximos años, algunos grandes proyectos acometidos por sucesivos gobiernos aragoneses a través de las correspondientes empresas públicas o institutos específicos tendrán que ser liquidados. Porque resultan insostenibles. Ni Aramón ni Motorland (por citar dos casos emblemáticos, aunque no son los únicos ni mucho menos) tienen sentido como actividades de naturaleza institucional, cuando se han convertido en sendos desastres financieros. La capacidad de ambas sociedades para acumular pérdidas y su pésimo horizonte estratégico las han convertido en tremendos lastres para las cuentas de la DGA (y de Ibercaja, en el caso de Aramón). Por supuesto, la amortización de las enormes inversiones realizadas en una y otra se puede dar por perdida.

A medio plazo, Motorland no tiene salida. Su supuesto parque tecnológico nunca funcionó, su actividad deportiva no trae cuenta y la realización del GP de Motociclismo en su circuito de alta velocidad arrastra déficits de unos siete millones de euros en cada edición. De traer la Fórmula 1 nadie habla ya, después de que dicho espectáculo haya causado un monumental agujero a las acribilladas cuentas de la Generalitat valenciana. España está repleta de circuitos o instalaciones similares donde el dinero del contribuyente pasa a a bolsillos privados a cambio de unos retornos obviamente inferiores. Y así no se puede seguir. Han llegado las vacas flacas.

En Aramón el problema es parecido. La empresa nunca obtuvo beneficios. Pero ahora carece de la coartada inmobiliaria y tropieza con el cambio climático que ha reducido la temporada de esquí a su mínima expresión. La nieve sigue jugando un papel significativo en la economía del Pirineo, pero es preciso impulsar otros factores de desarrollo. Si no...

Ahora será preciso estar muy atentos para que la eventual liquidación no acabe haciéndoles el caldo gordo a los sinvergüenzas de rigor. Podrían haberse producido ya movimientos en ese sentido. Y sólo nos faltaría rematar la faena con algún sucio enjuague o uno de esos acuerdos confidenciales que hicieron furor no hace mucho. 

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