miércoles, 9 de marzo de 2016

Lo siento, hijos, pero esto es así 20160309

Tenían razón quienes advertían hace semanas que lo de la gomina (más bien un acondicionador para el cabello) y el turrón iba a ser lo de menos, en comparación con el famoso viaje a La Coruña que llevó a cabo Pedro Santisteve para reunirse con otros alcaldes del cambio. Ahora el asunto ha estallado en Valencia, cuyo regidor, de Compromís, ya ha sido puesto bajo los focos de la Fiscalía. Ha dicho (Joan Ribó) que, si le abren diligencias, dimitirá. Normal, pues en España ha llegado la hora de que imperen los principios y las reglas del juego, aunque tal ejercicio pueda resultar a veces incómodo y aun injusto.

Caben dudas respecto del carácter institucional del desplazamiento de Ribó y Santisteve a Coruña. Aquel encuentro reunió a munícipes de la misma cuerda pero también fue un primer paso para coordinar las actividades de los respectivos ayuntamientos. ¿Una especie de Federación de Municipios alternativa? Por si acaso, Ada Colau, la más política e inteligente de todos los nuevos regidores locales, no cargó su viaje al municipio. Así, nadie ha podido ponerla en la picota.

Está fuera de toda duda que los ayuntamientos grandes han pagado de manera habitual viajes, champús, viáticos varios y actividades diversas de sus gobernantes. Y ahí se desdibuja la frontera entre lo que es adecuado y lo que no; entre los gastos de representación razonables y los abusos. La pretensión de tener gestores trabajadores, competentes y honestos... pagándoles una mierda no encaja tanto con la exigencia ética como con las fobias antipolíticas que suelen ser hijuelas del fascismo. Aunque, claro, he dicho honestos. Que lo sean y que lo parezcan. Más tratándose de gente como la de Podemos, Compromís y comunes en general, que llevan la regeneración y el rigor por bandera.

Santisteve está en una situación delicada y debe actuar con suprema delicadeza. A él y los otros alcaldes del cambio les han puesto bajo el microscopio. No pueden permitirse el lujo de meter no ya la pata, sino la punta de la uña del meñique. Y si cualquiera de sus gastos no acaba de estar claro (¡clarísimo!)... a devolverlo. 

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