viernes, 18 de marzo de 2016

Aragón enladrillado, ¿quién lo desenladrillará? 20160318

Que Zaragoza lleve cien días sufriendo una huelga de autobuses que causa severos perjuicios a miles de vecinos se corresponde con otras noticias relativas a la Tierra Noble: el presidente Lambán se remite a una futura reindustrialización de las cuencas mineras, la arruinada sociedad semipública Aramón se aferra al proyecto para ampliar Cerler por Castanesa pese a las rotundas sentencias judiciales en contra, en Alcañiz y el Bajo Aragón recogen firmas reclamando el mantenimiento (por cuenta del erario) del carísimo Gran Premio de Motociclismo... Todo ello viene de tan atrás, se refiere a problemas tan antiguos y resulta tan manido que solo puede significar una cosa: este país despoblado y lleno de viejos se ha encapsulado en un recinto hermético donde ya no aparecen ideas nuevas ni nuevos paradigmas ni cosa alguna que sea nueva. Incluso GM, nuestro único sostén económico, suena año tras año como el afortunado eco de la sola voz que nos anima a seguir viviendo. Lo demás es darle vueltas a la noria, como si nos hubiésemos encarnado en uno de esos burros ciegos que caminan kilómetros sin salir de su pequeño círculo.

Aragón está enladrillado (en el sentido literal del término). ¿Quién lo desenladrillará? Hasta hace poco podíamos pensar que Podemos, los comunes y otros artistas invitados serían capaces de romper con la rutina para cambiar la trama y el desenlace de la película. Pero su bisoñez, sumada al brutal peso de la inercia, se les lleva por delante sin que atinen (aunque a veces lo intentan) a levantar las alfombras, descorrer las cortinas y acabar de una vez con los clichés al uso.

Nadie podrá escandalizarse ante la impotencia de los nuevos, porque incluso los poderes fácticos más tradicionales y más poderosos (valga la redundancia) se han refugiado en el Limbo de los viejos buenos tiempos. Aún sueñan con futuros pelotazos inmobiliarios y otros negocios imposibles. Todavía hacen cuentas enladrillando una y otra vez una comunidad donde el reclamo más visible grita desde los balcones dos escuetas palabras: "Se vende".

JLT  18/03/2016

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