martes, 22 de marzo de 2016

Lo de los refugiados... ni me extraña 20160321

Me avergüenza, me confronta dolorosamente con mi condición de ciudadano europeo... Pero no me extraña. El tratamiento que la UE está dando a los refugiados procedentes de Oriente Medio repugna a cualquier conciencia afecta al humanismo (materialista o cristiano, elijan), y sin embargo forma parte de la terrible lógica que dicta los acontecimientos globales. Pagar a Turquía para que almacene a quienes huyen de la guerra, dejar colgados en Grecia (ese país hermano al que se le da trato de enemigo) a miles de personas desvalidas y hacer todo esto con el más absoluto cinismo es un crimen de lesa humanidad. Pese a lo cual, insisto, no desentona de la deriva global que incluye el auge de la extrema derecha en el centro y norte de Europa, la existencia de regímenes ultrarreaccionarios en Hungría y Polonia o la emergencia de una bestia parda como Trump en el escenario político norteamericano.

Existe un hecho mucho más concreto, más próximo aunque no menos cruel que permite hacerse idea de la clase de mundo en que vivimos. El jueves pasado, La 2 de TVE emitió un estremecedor reportaje sobre las víctimas españolas de la talidomida: el venenoso fármaco recetado durante los 60 y los 70 a mujeres embarazadas, que provocó terribles malformaciones en sus hijos. Lo que allí se contaba no era nuevo para mí. Apenas unos días atrás, había recibido yo un mail sobre el mismo asunto. Así supe que, en nuestro país, los afectados por aquel crimen químico prácticamente no han recibido compensación alguna (al contrario que en el resto de Europa) y sobreviven a base de voluntad y valor personal. Cuando lograron llevar su caso a los tribunales, la canallada había prescrito. Se sabe además que la talidomida siguió recetándose y comercializándose en España cuando en Alemania ya había sido retirada. El franquismo era así.

Hoy, el laboratorio Grünenthal, fabricante de la talidomida, produce ¡y vende! los únicos medicamentos destinados a mitigar el dolor de sus propias víctimas. Por eso el drama de los refugiados me parece diabólicamente coherente. Qué podemos esperar. 

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