lunes, 24 de septiembre de 2012

Españoles en la máquina del tiempo 20120924

Los de mi generación podremos presumir de haber recibido una educación a la última. Porque servidor pasó los cuatro exámenes de Estado reglamentarios (ingreso de Bachiller, reválida de Cuarto, reválida de Sexto y prueba de Preuniversitario) y se pegó toda la enseñanza primaria y secundaria en un colegio solo para chicos. Supongo que ese será también el currículo escolar del ministro Wert y por tanto su última reforma educativa no es sino una vuelta a sus tiempos que son, más o menos, los míos. Años 50 y 60. España negra y luego levemente pasada por un technicolor made in USA. Frailes sobones, aulas heladoras, palo y tentetieso, ratios de a cincuenta... Ni laboratorios ni material didáctico ni profesores de idiomas nativos. O eso, o te ponías el mono y te ibas a un taller de aprendiz, a estudiar la dura carrera de obrero.

Los años 60 fueron el Edén de la derecha carpetovetónica porque en ellos los señores podían ejercer de tales en medio de una población domada a sangre y fuego en las dos décadas anteriores. En aquel momento la gente bien disfrutaba feliz en su mundo exclusivo: hoteles y restaurantes de lujo, clubes de postín, sastrería a medida, tribunas cubiertas, confort y glamour. Eso para los triunfadores o los hijos y nietos de quienes lo hubieran sido; para las mayorías quedaba el pluriempleo, la emigración, la lucha para llegar a fin de mes y el siseñor

Metidos en la máquina del tiempo, volvemos atrás y quienes ya estuvimos allí comprobamos, estupefactos, como recuperamos los años vividos. Hace poco leí que el Ministerio de Exteriores ya no beca las prácticas de los alumnos de su máster de Diplomacia y Relaciones Internacionales. Ahora, los interesados tendrán que pagarse un seguro de asistencia sanitaria, el viaje a su destino (por ejemplo a Wellington, la capital de Nueva Zelanda) y la estancia durante meses. Pregunta: ¿quiénes podrán permitirse el gasto y así ir metiendo cabeza en el cuerpo diplomático?. Respuesta: los hijos de las personas muy pudientes. Los demás que se olviden del tema. Las aguas vuelven a su tenebroso cauce. Y yo, ya ven, regreso a la infancia. 

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