jueves, 13 de diciembre de 2012

Caja de ahorros, caja de Pandora 20121213

Un ciudadano cualquiera transita por esta crisis como si recorriese con los ojos vendados un laberinto lleno de trampas. Muchos se conforman con culpar a los políticos y sus mandangas de un descalabro obviamente causado por fenómenos más complejos y oscuros. Porque, hoy, el quid de la cuestión está en el sistema financiero y en cómo digiere la burbuja inmobiliaria y evacua los propios gases que generó pidiendo prestado en el exterior. Ya se lo han dicho a los empleados de la CAI: el agujero causado por las aventuras ladrilleras ha hundido el negocio. Y ahí va todo lo imaginable, desde Cádiz a Pastriz, los créditos a los buenos amigos (¿del PAR?), el ruinoso compadreo con Nozaleda... Aunque no solo fue el ladrillo, ¿verdad? También hubo otros deslices.

De estos asuntos, cocidos en privado y visados por un consejo de administración cuyos integrantes tenían nombre y apellido, apenas tenemos referencia concreta. De la situación actual de Caja3-CAI únicamente sabemos lo que se dice en unos comunicados inespecíficos, que pueden tener por objetivo tranquilizarnos o acojonarnos pero cuya veracidad no está contrastada de ninguna manera.

Estas cosas de las finanzas son así: asunto reservado, dicen los conformistas (y los bobos). Ya, pero cuando se hacen con el dinero de los demás no caben los secretitos ni las cuentas a lo Gran Capitán. Aquí, en España, están pasando cosas inauditas, y nos las cuelan por la puerta de atrás con un desparpajo no menos increíble. El saneamiento del Banco de Valencia y su posterior venta es un ejemplo perfecto. Allá se han ido (de entrada) 5.500 millones del erario público, y La Caixa se ha quedado con el paquete por un euro. Qué bien, ¿no?

Si estos temas son complicados, aún lo serán más con la nueva regulación de las cajas. Destinada teóricamente a despolitizarlas, en la práctica las pondrá graciosamente en manos de quien corresponda. ¿De quién? Pues supongo que de personas bien relacionadas. Como aquellos coleguitas de Aznar que se hicieron con los monopolios estatales privatizados. Sin dar cuartos al pregonero, oye. 

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