La fantasía se fabrica a partir de la mentira. Una chica de mi
vecindario quiso comprarse un vestido de fiesta, un prˆt-a-porter
juvenil, low cost (30 euros) y, supuestamente, estiloso. Lo había visto, ceñido como un guante al sinuoso cuerpo de la modelo Kate Moss,
en una foto publicitaria. Pero cuando mi joven vecina se probó el
trapito ya no le gustó, desistió de comprarlo y volvió al barrio al
borde de la depre. Querida, la consolé, esa prenda es solo un sueño. Por eso te la muestran a través de la Moss, que es una top model
sugerente e hiperfotogénica. Le han hecho el vestido exprofeso, la han
peinado y maquillado al detalle y han puesto su imagen en manos de un
fotógrafo de fama mundial cuyo trabajo ha concluido con un intenso
retoque digital para eliminar imperfecciones. O sea, una soberbia
patraña publicitaria. Solo hay algo cierto: la prenda sí es barata.
Pero la fantasía, aunque sea simple ficción, sirve como vía de escape
cuando a nuestro alrededor la crisis siembra el pavor y el caos, cuando
la destrucción indiscriminada de empleo coloca sobre la cuerda floja a
personas que hace apenas un par de años creían tener asegurado el
futuro, gente de clase media-media o media-alta que ahora se tambalea al
borde de la pobreza. Intentamos huir de la triste realidad. Y entonces
ocurren fenómenos tan curiosos como el descomunal éxito de Cincuenta sombras de Grey, la novela que ha llevado el sexo hard
y el sadomaso fino al imaginario de las amas de casa. Este mismo
domingo salía aquí, en EL PERIÓDICO, un amplio reportaje del tema.
Tal vez por eso, las señoras (incluida la mamá de la chavala que quiso
ser Kate Moss) me abordaron ayer en el súper para preguntarme sobre el
tal Grey, cuyo encanto malvado les encanta. Pero yo estaba en otra onda.
Ni he leído el libro. Solo pude informarles de la tienda donde venden
el merchandising del best-seller (esposas, corsés, ligueros y
mucho más): Insinua T, en la calle Manifestación de Zaragoza. Ojalá
vayan, encuentren algo y lleguen a imaginarse sumergidas en un mundo de
sofisticada perversión. Al menos... la fantasía.
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