Las últimas veces que he tenido una conversación con militares de
alta graduación me han parecido personas razonables, cultas y, si no
progresistas, al menos adecuadamente convencidas de las bondades de los
sistemas democrático-liberales. No les imagino haciendo ruido con los
sables ni pensando que su función pueda ser la de resolver los
conflictos políticos sacando tanques a la calle. Y sin embargo, cuando
leo el ya famoso blog del teniente general (retirado) Pedro Pitarch siento un cierto vértigo pues no creo que este caballero escriba a humo de pajas. Su denuncia de un power point
que circula por la red y en el cual se ensalza el papel de los
militares en el aplastamiento de la insurrección catalanista del 34, la
posterior toma de Barcelona por las tropas de Franco al término de la
Guerra Civil y finalmente el fusilamiento del president Companys
contextualiza la campaña que la extrema derecha puede estar llevando a
cabo en medios castrenses. Esto es inaudito, sí. Pero es que estamos en
España y aquí la Historia que pretendemos olvidar no abandonará jamás
nuestros subconscientes.
Ya saben ustedes que las advertencias de
Pitarch han tenido mucho más impacto después de que el ministro de
Defensa tuviera que cesar al general Ángel Luis Pontijas por un editorial en la revista Ejército (publicación del Ejército de Tierra) en contra de la política soberanista de Artur Mas. Para colmo se sabe que dicho editorial fue conocido antes de su publicación por otros militares.
Volver al espíritu del 23-F me parece surrealista. Aquello desde luego
tuvo maldita la gracia, pero los protagonistas de la intentona (a
quienes tuve ocasión de ver de cerca durante numerosas sesiones del
juicio al que fueron sometidos) eran unos auténticos payasos, unos
dementes y además unos chapuceros. ¿Cómo podrían inspirar a una persona
cuerda?
Si los militares profesionales de hoy son quienes dicen
ser, no pueden (al menos no la mayoría) ser abducidos por patrioterismos
baratos. Lo impide su formación, su inteligencia y su sensibilidad.
Sólo le faltaba a esta crisis que los sables hiciesen ruido.
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