domingo, 11 de octubre de 2015

Lo que cuesta liquidar una herencia 20151011

Es curioso que Fernando Gimeno, exdelegado de Hacienda en el Ayuntamiento de Zaragoza y actual consejero de Ídem en el Gobierno aragonés, diga que él sí dejó pasta en la caja municipal que administró, mientras lamenta que la DGA arrastre un agujero cercano a los mil millones por cortesía de Rudi. El caballero, como es lógico, aplica al pie de la letra el argumentario de la herencia: la que recibo es muy mala, la que dejo es buena. Aunque, la verdad, nunca se había dado el caso de que una misma persona fuese a la vez testador y heredero.
Nadie que hubiera seguido la actualidad aragonesa y zaragozana de los últimos cuatro años podía desconocer el déficit acumulado por quienes manejaban el Pignatelli y la Casa Consistorial. Un déficit, en el caso del Gobierno aragonés, muy por encima del que encontraron los conservadores en 2011, que ya no fue cosa menuda.

El PP se ha pegado años hablando de la herencia recibida. Es más, por lo que al Gobierno de España se refiere, Rajoy todavía fundamenta su mensaje en comparar la España arruinada que se encontró con este emporio del crecimiento que, según dice, tenemos hoy. De Moncloa para abajo, lo que ustedes quieran. Pero la verdad es que, en este país de países, pocas administraciones públicas han mejorado su posición financiera. El Estado ha incrementado su deuda hasta el billón de euros, y no para de recibir advertencias (de Bruselas, del FMI) sobre incumplimientos en el control del déficit. A su vez, el Ministerio de Hacienda ha venido avisando a la DGA (¡a la de los suyos!) de que las cuentas le estaban saliendo rosarios. Y en cuanto al Ayuntamiento de Zaragoza, anda loco con su auditoría porque allí parece difícil saber cuál es el activo y cuál el pasivo (Gimeno es un experto en ingeniería financiera y en esconder las facturas).

La DGA es una institución en la ruina. Lo increíble es que, bajo el imperio de doña Luisa Fernanda, el agujero se ha hecho más y más grande mientras sus consejeros no paraban de recortar y desinvertir. Por lo menos, en el Ayuntamiento de Zaragoza el pufo se corresponde con una época muy inversora y alegre, a cargo de Belloch y Blasco. Pero en todo caso, la herencia en uno y otro lugar es muy jodida.

Y ahora llegamos a la cuestión crucial. ¿Durante cuánto tiempo podrán Lambán, Santisteve y sus respectivos colaboradores achacar a la herencia sus problemas y renuncios? Si fuese cosa mía diría que el ecuador del mandato (dos añitos) señala el momento en que tal herencia deja de ser admisible como excusa o coartada. La clave está en saber presupuestar: aquilatar gastos y mejorar ingresos. Claro que eso los dos jefes antes citados no podrán hacerlo hasta el ejercicio próximo. Ahí les quiero ver.

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