Pues sí, está todo muy mal. Los políticos
son corruptos, Los banqueros, ladrones. Los sindicalistas, unos
burócratas interesados. Los empresarios, jetas. Los jueces,
prevaricadores. Los curas, pederastas. Y los periodistas, falsarios y
vendidos. La sombra de la culpa se extiende sobre las élites (sobre unas
más que otras, eso sí) y envuelve particularmente a quienes más salen
en los telediarios. Es ahí donde una opinión pública desorientada,
empobrecida y agitada por los nuevos demagogos proyecta su frustración.
Con muy buenas razones, sin duda; pero no con toda la razón.
Justo en estas horas inciertas, pesan sobre todos nosotros los múltiples
pecados de la sociedad española: el absentismo, la desorganización, ese
dejar las cosas importantes en manos de otros, la falta de coraje, la
burricie... Durante decenios hemos visto cómo las cosas mejoraban solas.
Aumentaba la renta per cápita, crecía el PIB, se desarrollaban una
sanidad y una educación de calidad, el estado de las libertades públicas
parecía aceptable... Y la pregunta del millón es: ¿cuántas personas
intervinieron directamente en la conquista de esos logros?, ¿cuántos de
los beneficiados merecieron realmente lo que otros les estaban poniendo a
huevo?
Muchos (que ponen a parir a políticos y sindicalistas)
jamás se mojaron en nada. Derechos laborales, convenios y servicios
sociales los tuvieron regalados. Por eso ahora, cuando pintan bastos, no
son pocos los que, acobardados, renuncian a resistir y luchar. El
personal quiere todo gratis: políticos honestos (que además sean gente
muy preparada, cobren una mierda y curren a lomo caliente), justicia
intachable, democracia e información crítica y fiable. Por supuesto.
No hace mucho las trabajadoras de la limpieza de los centros sanitarios
aragoneses hicieron un larga y tensa huelga para defender su convenio.
Les aseguro que si los demás tuviésemos sólo la cuarta parte del valor y
la determinación que demostraron estas señoras, las cosas no estarían
como están. Rajoy habría dimitido, Rubalcaba habría dejado paso a la renovación y los ladrones de alto vuelo estarían (todos) en la cárcel. Pero...
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