No sé si la mueca de Rajoy cuando comparece en público es de "¡uy que
susto!" o de "¡no me pises que llevo chanclas!". Parece ser que, a
estas alturas, el presidente del Gobierno es el único convencido de que
bastará un poco de indiferencia, mucha cara dura y la consabida catarata
de mentiras y medias verdades para salir del trance. Sabemos que
Mariano es un tipo ambiguo, indefinido, mediocre, oportunista y muy de
derechas. Es terrible que semejante homo sapiens sea el gran jefe de las
Españas justo cuando caen chuzos de punta.
Este ser, que usa como argumento definitivo su peculiar concepto del sentido común y conjura los problemas por el procedimiento de no hablar de ellos, ha ordenado a sus más próximos colaboradores (Cospedal La Bienpagá
o ese portento de la naturaleza llamado Carlos Floriano) que
neutralicen a Bárcenas calificándole sin ambages de delincuente. Así,
los voceros del PP proclaman la única verdad que ha salido de sus bocas
desde que este asunto echó a rodar, pues el exgerente, extesorero y
exsenador es sin duda alguna un presunto delincuente... ¡Pero es su delincuente! Les pertenece enterito: con el pen drive, los papeles, los millones en Suiza y todo lo demás.
Bárcenas era el jefe del aparato pepero, el gran conseguidor, el que
repartía la panoja. Hasta hace pocos meses aún recibía los cariños de
Rajoy. Y cuando se publique íntegra su biografía de mago del dinero
(digno sucesor de Naseiro y Lapuerta) aparecerán (ya está sucediendo)
todos los daños colaterales: Gürtel, Valencia y Las Islas, el tremebundo
caso del Yak... ese oceáno de mierda que la derecha española finge
ignorar con patéticos ademanes de virgen incontaminada.
Desesperados, Cospedal y sus ayudantes incluso intentan situar el
espantajo de su tesorero en las filas del PSOE (como si este partido no
tuviese sus propios delincuentes). Pero Bárcenas vuelve a ellos una y
otra vez. El escándalo es tan del PP que su volcado a la
opinión pública corre por cuenta de Pedro J. Ramírez (con la inestimable
ayuda profesional del exjuez Gómez de Liaño). Todo encaja en el drama.
Vas bueno, Marianico.
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