jueves, 8 de diciembre de 2016

Cuando la derecha se despendola 20161208

Qué curioso: ni Gran Bretaña ha entrado en barrena económica tras decidir el Brexit, ni Estados Unidos parece hundirse como consecuencia de la elección de Trump. En realidad, la libra esterlina se recupera alegremente de los sustitos iniciales y no es cierto que la City londinense se esté quedando sin inquilinos. A otro lado del Atlántico, Wall Street encadena sesiones al alza y sus brokers más audaces van a entrar en la nueva Administración... a manejar la Reserva Federal y las cuentas públicas. Dejémonos pues de flipar con las victorias de esos que llamamos populistas conservadores. Pues con ellos no llega ninguna rebelión antisistema ni desafío a los paradigmas al uso ni contestación al establishment (salvo a esa parte del establishment más refinada que todavía pretende defender las buenas maneras). La inglesa May y el horrible Donald son pura derecha; radical, despendolada y muy autoritaria, pero perfectamente identificable. Si algún obrero blanco en paro, algún ultranacionalista o algún militante antiglobalización pensó que esos dos especímenes podían representarle debía ser tonto de remate. Ambos son ricos y agentes de los muy ricos, encargados de incrementar esa riqueza a costa, naturalmente, de la variopinta chusma alienada y alelada.

Gran Bretaña y EE.UU, además, se lo pueden permitir. Son escualos lo suficientemente grandes como para poder nadar a su aire (y comer lo que les plazca) por los procelosos mares de la posmodernidad financiera. Grecia, por supuesto, no. Y más cuando pretendió hacerlo con un gobierno de izquierdas.

La nueva derecha del siglo XXI ya está aquí: insolente, fascistoide, embustera, brutalmente condiciosa... Equipararla, como hacen Alfonso Guerra y otros nostálgicos interesados, a las diversas pero débiles réplicas de las izquierdas (desde el norteamericano Sanders o el británico Corbyn hasta el griego Tsipras o el español Iglesias) es puro despiste o evidente manipulación.

Parecen fantoches majaretas, sí. Pero son listos... Y malvados.

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