jueves, 22 de diciembre de 2016

Democracia... ¿participativa? 20161222

Incluso algunos significados integrantes de Zaragoza en Común ponen en cuestión la consulta sobre el trazado de la Línea 2 del tranvía. Por una simple razón: con una participación tan escasa (inferior al 1%), la democracia se esfuma y el valor del resultado es igual a cero. Por ahí se han colado asimismo los tranviafóbicos de la derecha.

Las consultas abiertas, referendos, primarias e incluso el propio sufragio universal han sido muy criticados al hilo del brexit y la victoria de Trump. El presentismo habitual olvida las convocatorias que permitieron a la ciudadanía de diversos países refrendar sus constituciones, poner fin a dictaduras (como la de Pinochet) u optar (en Estados Unidos o Suiza) entre diversas alternativas referidas a importantes asuntos. Las urnas son un componente fundamental de la democracia... Aunque la democracia precisa algo más que urnas. Esa es la cuestión.

El 15-M exigió democracia participativa como reacción a la devaluación de una democracia representativa reventada desde dentro por los propios partidos. Pero ya en las asambleas de plazas y acampadas, la viabilidad de un debate y una toma de decisiones permanentes entró en vía muerta. Se aprobaban manifiestos y programas muy bien intencionados pero de nula utilidad. Peor todavía: la gente normal, la que debía ir a trabajar o estudiar al día siguiente, fue retirándose. Y allí solamente quedaron los radicales más motivados, los activistas obsesos, los frikis, los desocupados... Al final, nada.

Podemos ha heredado y teorizado el espíritu de la democracia participativa, directa. Pero ahora comprueba la existencia de un problema crucial: la gente no participa. Es más, sin un contexto de deliberación, toma de conciencia, educación cívica y vocación ciudadana, el derecho a decidir pierde sentido y al final queda en manos de ínfimas minorías muy activas. No basta con convocar consultas. Si acaban como la del tranvía, se está dando la razón a quienes, cargados de cinismo, piensan que el pueblo, en realidad, está para votar cada cuatro años y luego obedecer a los jefes. Hay que hilar más fino.

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