Admiro la dedicación (no se si entusiasmada pero entregada y
constante) de mis colegas responsables de la crónica política y la
actualidad institucional. Hay que tener mucho temple para estar todo el
día a vueltas con los barullos de los presupuestos autonómicos o
municipales (de Zaragoza), o pendientes de las épicas aventuras de
Lambán, las declaraciones (y consiguientes desmentidos) del concejal
Cubero, las letanías de Echenique o las admoniciones del también
munícipe Azcón. Todos ellos (y alguna/o más) trenzan y destrenzan un
noticiario huérfano de novedades, previsible y tan reiterativo que uno
no sabe si está leyendo el diario de hoy o el de hace dos meses. Es, de
verdad, una pesadez. Cómo estaremos al respecto, que hasta los
autobuseros de la capital pasan ya de su comité y del eterno Anadón, de
forma que ni acuden a las asambleas. También ellos se han aburrido.
Hubiera sido bonito acabar 2016 cerrando alguno de esos asuntos a los
cuales llevamos dando vueltas lustros y decenios. Aunque sólo fuese el
retorno de las obras de arte sacro retenidas por el obispado ilerdense y
la malvada Generalitat catalana. Pero eso, que casi lo teníamos en la
mano por ser cosa juzgada y sentenciada, tampoco va a poder ser. Claro,
los mas vehementes exigen que vaya la Policía o mejor la Guardia Civil y
se traigan retablos y murales, tanto si quieren los vecinos como si
no... Pero el traslado, ¡ay!, es una operación muy delicada que tampoco
puede hacerse así, por las bravas. Por lo cual en el 17 seguiremos con
la matraca.
Cuando hubo pasta en la caja, los jefes nos obsequiaron con alguna
invención de las que llaman espectaculares, pero aquello llegó, pasó y
nos dejó apenas el recuerdo de un espejismo... y deudas a mogollón. Así
que ahora hemos vuelto a girar en el tiovivo de la rutina, conscientes
de que Aragón bastante tendrá con mantener en funcionamiento sus
servicios básicos (que han de encarecerse ejercicio tras ejercicio),
hacer alguna cosita menor y ver la manera de mantener en marcha el
dichoso Gran Premio de Motociclismo, que para eso está el Fondo Especial
de Teruel.
Siempre nos quedará la Opel, es cierto. La última decisión de la
multinacional, que ampliará las instalaciones de Figueruelas y su
producción, ha venido a consolarnos de todo lo demás. Celebrado en los
ámbitos políticos y sociales, tal acontecimiento es sin duda la mejor
noticia posible en el cierre de año. Porque ese complejo industrial es
nuestro principal sustento, la alegría de nuestros datos macroeconómicos
y la esperanza a medio plazo de mantener con vida eso que dimos en
llamar «El Corredor del Ebro».
En fin, el otro día las patronales aragonesas presentaron su análisis
de situación. La culpa de todo la tienen los impuestos y las trabas
burocráticas, vinieron a decir. Y uno de sus portavoces clamó contra la
persecución que padecen las contratas municipales desde que gobierna
ZeC. Claro que el susodicho, exconcejal del PP, se dedica hoy,
precisamente, a contratar con -instituciones públicas y venderles
productos informáticos (alguno de ellos muy discutido por sus sufridos
usuarios). Así que...
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