jueves, 15 de diciembre de 2016

Será sarcasmo... o cachondeo 20161215

Es de suponer que las declaraciones de Aguirre sobre el show que su conmilitona Sáenz de Santamaría montó frente a la tienda de Primark en la Gran Vía madrileña son un sarcasmo. Claro: la portavoz del PP en el ayuntamiento de la capital del Reino ha querido poner en evidencia a su compañera (aunque no amiga), al advertir que los sueldos de los altos cargos políticos son tan poquita cosa que sus beneficiarias/os han de comprarse la ropa en un low cost. Sobre todo la pobre Soraya, que cobra casi 20.000 euros anuales menos que ella misma. ¡Ja, ja ja!

Aunque con Esperanza nunca se sabe. Como le han reído tanto sus dudosas gracias, sus excesos y sus desplantes, a lo mejor ya no sabe distinguir lo sublime de lo chistoso, ni el salero de la memez. En todo caso, ella se remite a lo que mejor sabe hacer: cachondearse de la ciudadanía. De una u otra forma llegamos a lo mismo: al sarcasmo.

Cuando la derechona de Madrid se motoriza para ir a la Gran Vía, no va a comprar (que eso lo hace en las tiendas exclusivas del barrio de Salamanca), sino a revindicar el uso del coche frente a las limitaciones impuestas por la alcaldesa Carmena. La gente de orden es así. Era de cajón que la calle más comercial de Madrid necesitaba imperiosamente ampliar el espacio peatonal, porque sus aceras estaban ya colapsadas. Pero el PP es muy automovilísta, cada vez más. Por eso en Zaragoza abomina del tranvía, y en Huesca se rebotó con su propia regidora, Ana Alós, por peatonalizar el centro.

La risa es una virtud conservadora. Escuchen también a la ministra de Empleo, que al principio parecía venir de la más sosa Babia y ahora se gasta un cinismo desternillante. Sin cortarse un pelo ha levantado (¡ella!) la bandera de la conciliación y sugiere la reforma del horario laboral. Ha puesto de los nervios a los sindicatos e incluso a la patronal. Por lo visto se toman en serio la retórica de la señora Báñez. Qué canelos.

Pitorreo fino, humor afilado, demagogia disparatada, provocación y contracultura. Sin cortarse un pelo. Ni Trump lo haría mejor.

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