viernes, 25 de enero de 2013

Corruptos, fascistas y despistados 20130125

Es un hecho que la corrupción impregna la política y buena parte de la actividad económica privada, de la misma forma que infiltra el imaginario colectivo y desmoraliza a la ciudadanía. Vengo insistiendo en que el sistema se ha venido abajo porque no garantiza contrato social alguno, y que es preciso iniciar un proceso de regeneración radical que debería empezar desde abajo, habría de sanear sin contemplaciones los partidos y tendría que propiciar un nuevo proceso constituyente y una nueva dinámica capaz de poner fin a este delirio.

Pero no comparto las tesis de quienes hablan de "acabar con los políticos" en los mismos términos que lo ha hecho tradicionalmente el fascismo militante. Aquí no se trata de poner fin a la política convencional (democrática) para sustituirla por una versión autoritaria, violenta que normalice la vida cotidiana por el procedimiento de imponer una verdad oficial pacificadora. Eso ya lo hemos vivido y fue simplemente horrible. Si la democracia renació en España con algún pecado original fue el de no haber roto sin ambages con la sucia herencia del franquismo y su absoluta institucionalización de la corrupción, la mentira y el apoliticismo alienante.

Mucha gente está hoy desorientada y en estado de shock. Durante 30 años, el sistema se las compuso (sobre todo por la influencia del populismo pseudosocialdemócrata) para compaginar un manejo ilegítimo e incluso manifiestamente ilegal de los fondos públicos y de la práctica económica privada con una movilización de dichos fondos que contribuyó a mejorar de forma ostensible la calidad de vida de la gente. Ese arreglo se ha venido abajo. Y muchas personas no acaban de entender lo que ha pasado. No captan la forma en que la deuda privada ha derivado en deuda pública de forma incontrolable (primero con Zapatero y ahora con Rajoy). No asimilan el hecho de que esta crisis necesita salidas políticas, de que los movimientos sociales que luchan contra los recortes sólo alcanzarán sus objetivos si disponen de objetivos e instrumentos políticos. Pero esa, y no otra, es la madre del cordero. 

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