Acojonante. Las cuentas en Suiza de Bárcenas, las que
presuntamente puedan tener allí los prebostes de CiU, el Gürtel, el
Pallerols, el superático del presidente de Madrid, el deshueve orensano
de Baltar padre, el deshueve de Baltar Hijo, el ídem castellonense de la familia Fabra, las comparecencias de la Cospedal,
los indultos a la carta, la prepotencia del PP, el pasotismo del PSOE,
la corrupción, el barro... Y en Aragón su discreto correspondiente: la
incompetencia, el mamoneo, el clientelismo, las empresas públicas donde
medran los paniaguados, el PAR, sus socios, la obvia memez de una
opinión pública manejada mediante terminales mediáticas compradas a
tanto el kilo... En fin, esta insoportable realidad ha roto todas las
líneas rojas, y ya no cabe identificar a España sino como un estado
corrompido bidireccionalmente (y perdonen la palabreja): por su negro y
caciquil pasado y por su desvergonzado y codicioso presente.
Quienes dedicamos nuestra juventud a luchar por esta democracia (cuando
no daban caramelos sino hostias) nos devanamos los sesos imaginando la
forma de darle la vuelta a la situación. Pero me temo que eso supone hoy
una tarea tan árdua como enfrentarse al franquismo.
La
Transición española, felizmente consensuada al parecer, nos evitó
mayores violencias (si acaso los muertos habidos cuando era ministro del
Interior aquel gran demócrata que fue Manuel Fraga Iribarne)
pero no aisló los virus que muy pronto se infiltraron en las vías
respiratorias de la izquierda (o centro-izquierda) oficial: ineptitud,
apaños, corruptelas, corrupción... Los vicios tradicionales de la
derecha.
Así hemos llegado al actual marasmo, cuando las más
fundadas sospechas recorren el país desde lo alto de la Casa Real hasta
cualquier ayuntamiento; desde la españolísima Madrid hasta la
separatista Cataluña; desde las modestas empresillas que contratan con
administraciones de medio pelo hasta las grandes compañías (bancos,
eléctricas, constructoras) que saquean a placer las arcas públicas.
El Sistema se hunde en la mierda. Pero la sociedad permanece.
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