El anterior presidente del Gobierno de Aragón, Marcelino Iglesias,
teorizó que la clave para el futuro de Aragón estaba en su posición
geoestratégica. Háganse --vino a decir-- líneas de alta velocidad,
autovías, túneles transpirenaicos, nodos intermodales y plataformas
logísticas... que todo lo demás vendrá por sí solo. Su sucesora
(elecciones mediante), Luisa Fernanda Rudi, ha planteado una
tesis mucho más simple, si cabe: seamos mansos de corazón, pacíficos,
pacientes y conformados, que las inversiones acudirán a nosotros huyendo
seguramente de territorios próximos más conflictivos e inestables.
O sea, que en lo referido a propuestas estratégicas vamos de la pobreza
a la más absoluta de las miserias. Claro, que para echarle condimento
al guiso aún tenemos, cortando bacalao, al presidente de las Cortes y
del PAR, el ínclito Biel, cuyo momento de gloria llegó cuando
pudo proclamar (y proclamó) que teníamos el porvenir resuelto con aquel
remedo de Las Vegas que iban a levantar en Monegros unos jetas
insolventes aunque osados. Dicho de otra manera: estamos en manos de los
dioses y de la General Motors, como siempre.
Por suerte, GM
sigue valorando muy bien su factoría de Figueruelas. Siempre es un
consuelo, pese a que la industria del automóvil no atraviesa su mejor
momento. Porque esperar a que lleguen las iniciativas ajenas por el
simple hecho de que los aragoneses tragamos lo que nos echen resulta no
sólo denigrante sino falso de toda falsedad.
Aragón arrastra unas
rémoras absurdas, sostenidas, eso sí, por los profesionales del sistema
que gracias a ellas se ganan la vida bien, muy bien... o de puta madre.
Saber que las empresas públicas agrupadas en Sarga han venido pagando a
sus altos directivos (en su mayor parte paniaguados manifiestos)
sueldos muy por encima de lo estipulado explica muchas cosas. Como las
explicaría una auditoría pública de otras sociedades de similar
naturaleza (dependientes de la DGA, quiero decir), que no cito porque ya
me da malagana tanto reiterar obviedades. Por eso tampoco insistiré (al
menos por hoy) en resaltar la manera tan estúpida y vergonzosa en que
uno de nuestro supuestos pilares financieros ha sido barrenado desde
dentro ante la indiferencia (o más bien con la colaboración) de muchos
que ahora se rasgan las vestiduras.
Es muy poco consolador
constatar que, a fecha de hoy, no pasa aquí nada que no suceda en el
resto de España (incluso a mayor escala). Pero da grima comprobar la
incapacidad de esta bendita Tierra Noble para proyectar su futuro con un
mínimo de sentido común y de profundidad conceptual. ¡Pero si ya nos ha
puestos cachondos lo de meter el cuezo en los Juegos Olímpicos del 2020
si se los dan a Madrid!
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