El principal think tank socialdemócrata en España, la
Fundación Ideas, ha saltado por los aires como consecuencia (¡qué
novedad!) de las supuestas corruptelas practicadas por su director, con
la colaboración de otros compañeros y a espaldas (se supone) de los
responsables del tinglado, Rubalcaba y Caldera. El PSOE, que había cogido carrerilla en la denuncia del barcenazo,
vuelve a caer por su propio peso. Así no hay forma de equilibrar la
tremenda crisis política que vive este país. Mientras, los nacionalistas
centrífugos y centrípetos, no ven otra forma de mantener algún
entusiasmo que tirarse al monte del patrioterismo más barato y
oportunista.
PP y CiU están dando, cada uno por su lado, un paso
histórico. Por vez primera desde la reinstauración de la democracia,
gobiernos de ambos partidos combinan durísimos recortes y programas
destinados a deteriorar y privatizar a medio plazo los servicios
públicos con el mantenimiento de prácticas sospechosas y una negativa
cerrada a tomar en consideración los casos de evidente corrupción que
les afectan directamente. Tal fenómeno debería desenmascarar la
naturaleza predadora y desleal de las organizaciones conservadoras. Pero
estas cuentan con una baza suplementaria: el partido socialista también
huele a cloaca (e incluso a muerto). El "todos son iguales" ha trabado
de tal manera el mecanismo de la alternancia que la derecha puede
mantener su actual posición hegemónica aunque pierda fuelle, aumente la
abstención o se disperse el voto. Como en Portugal, como en Grecia, como
en Italia.
El PSOE se convierte así en el otro problema porque
carece de recursos y argumentos para oponerse al PP (y en Cataluña a
CiU) con la contundencia que exigen estos terribles tiempos. Sin un
liderazgo digno de tal nombre, sin verdadera militancia y sin ideas
claras, la socialdemocracia española zozobra. Solo le queda la opción de
refundarse otra vez, abrir de par en par las puertas, agregarse al
resto de la izquierda y someterse (como en Francia) al escrutinio y la
decisión previa de toda la ciudadanía. Pero eso, ¡uuufff!, quizás sea
pedir demasiado.
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