Al pillarme vacaciones, desentenderme del barullo y dejar la inercia
del día a día ha pasado una cosa curiosa: la revisión posterior de la
actualidad me ha causado, si cabe, una mayor perplejidad, una acentuada
sensación de escándalo y vergüenza ajena, una creciente indignación. Y
es que ejercer de periodista te encallece y, en un momento dado, te
insensibiliza. Pero retornar al papel de ciudadano llega a resultar
traumático. El Sistema ha evolucionado hacia la monstruosidad. Vistas desde cierta distancia, sus expresiones cotidianas son una mezcla de burla y escarnio. Una pasada.
Al recapitular sucesos (políticos y económicos) de los últimos días
casi me atraganto. No sabría decirles qué me ha impactado más: ¿La
ridícula y lamentable (iba a decir babosa mas no quiero ofender a nadie) entrevista de Hermida al Rey? ¿El fichaje del imputado Rato como asesor de Telefónica? ¿Las inauditas demagogias de la bienpagá Cospedal? ¿El apaño judicial que ha dejado en casi nada el caso Pallerols, y los subsiguientes sofismas de Unió Democrática para salvarle el culo y la jeta a Duran?
¿Las prebendas de algunos expresidentes autonómicos? ¿Los discursos de
todos los barandas que se han lucido en Navidad y Año Nuevo (empezando
por nuestra amada jefa, doña Luisa Fernanda Rudi)?
En
medio de este monumental choteo, llama la atención oír o leer a
mandamases, paniaguados y periodistas de cámara analizando el 2012 y
prospectando el 2013. Casi todos han ignorado el factor que a mí cada
vez me parece más importante y decisivo a medio plazo: la creciente
movilización popular, el cabreo de la calle, las manifestaciones, las
huelgas, las mareas. Ni media palabra. La presidenta de Aragón, por
ejemplo, se despachó en Nochevieja como si todo fuese de maravilla
(incluidos los comedores escolares, ¿no?), que parecía haber compuesto
su discurso con borradores de los que largaba Iglesias, su
predecesor, cuando el viento soplaba de popa y teníamos la autoestima
por las nubes. Pues bien, veamos cómo se desarrollan los
acontecimientos. Porque este es un país pacífico, muy pacífico... pero
todo tiene un límite.
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