Es normal que quienes asistían el lunes a la venta de la estación de Canfranc se quedasen de piedra cuando la presidenta Rudi, arrebatada quizás por la nieve y la presencia de Ana Pastor,
anunció que la unión de las pistas de Candanchú, Astún y Formigal
mediante un telecabina podría iniciarse este mismo año. Hasta los más
adictos al esquí (mayoría en el acto) se miraron entre sí estupefactos.
Nadie en su sano juicio podía imaginar que en estos precisos momentos,
cuando no hay dinero ni horizonte estratégico, nuestra amada jefa se
tirase a una piscina que todos sabemos vacía. Aunque a lo mejor lo hizo
para animarnos, que estamos muy alicaídos los aragoneses.
Por
prometer, que no quede. A estas alturas nadie sabe muy bien cómo y por
dónde se unirían las estaciones (¡el dominio esquiable más grande de
Europa!), ni hay estudios de impacto medioambiental, ni se ha iniciado
la tramitación administrativa del proyecto... ni, por supuesto,
disponemos del dinero suficiente para meternos en tal empandullo. De los
efectos del cambio climático y la previsible falta de nieve no hablo
ya, para no confundir a quienes seguramente estarán maravillados porque
hoy... sí nieva.
Del famoso telecabina lo ignoramos todo. Unos
canadienses hicieron una especie de anteproyecto que presupuestaba en
algo más de cuarenta millones el coste de la infraestructura. Den por
seguro que (como ha ocurrido siempre) la cosa se iría con facilidad al
doble, o más. Tendría que ser dinero público, claro, porque Ibercaja, la
otra parte de Aramón, ya no está para cuchufletas. El esquí es una
actividad altamente deficitaria, que ha dejado un agujero considerable
en las arcas públicas. Incrementar ese déficit parece suicida en estos
momentos, cuando los recortes están liquidando los servicios públicos
más esenciales.
El Pirineo, sumido en su particular crisis tras
la ruina inmobiliaria, necesita algo con más futuro que seguir metiendo
en la nieve la mayor parte de la inversión pública. Un telecabina por
Canal Roya o por Izas es un atentado medioambiental y un despilfarro sin
sentido que ofende la experiencia y la inteligencia de los aragoneses.
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