En el PP hay nervios, muchos nervios. La energía que les impulsaba
cuando se hicieron con el poder en la mayoría de las instituciones
españolas se ha esfumado. Ahora, los dirigentes y cuadros de la derecha,
al igual que los responsables de sus terminales mediáticas, disputan
entre sí, ya no tienen las cosas claras y, sobre todo, están percibiendo
que sus gobiernos tal vez no duren mil años, ni cuarenta ni los ocho de
rigor... apenas cuatro. Eso es lo que más duele. Mucha gente de orden
mira con notorio desapego e incluso cierto desdén a Rajoy y los suyos. Nadie se cree los augurios de Guindos, y menos aún quienes están al tanto, conocen los indicadores económicos anticipados y saben que nuestro amado país se está quedando para el arrastre. En los puros huesos.
El último argumentario
emitido desde Génova anuncia la próxima comparecencia de don Mariano
ante el Congreso, e intenta apoyarla mediante proposiciones que sólo
reiteran dos ideas bien poco originales: a) el Gobierno de España va en la dirección correcta y b) sólo es preciso aguantar, perseverar y la crisis se irá disipando. Aunque, claro, la cosa va a durar algo más de año y medio.
¿Hay buenos resultados macroeconómicos?, cabe preguntarse a la vista
del optimismo que pretenden insuflarnos nuestros jefes. Pues no, al
menos no están a la vista. Se habla, por ejemplo, de la evidente aunque
relativa mejoría en la balanza comercial. Pero ese fenómeno no se debe
tanto al aumento de nuestras exportaciones, que crecen lentamente, como a
la caída de las importaciones, porque apenas compramos fuera. Estamos
sin blanca, y eso significa que la industria no adquiere bienes de
equipo, máquinas-herramientas o artefactos electrónicos. O sea, que la
economía productiva va siendo asfixiada por el empobrecimiento de la
mayoría social. Resbalamos hacia atrás. Y ojo, que ahora mismo perdemos
posiciones cuya recuperación posterior costará muchísimo (si es que
llega algún día).
No saben qué hacer. El PP ( también el
aragonés), acorralado en su impotencia gestora, ignora cómo salir del
lío. El argumentario se les ha caído.
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