martes, 7 de mayo de 2013

Tranquilos, hasta los 'clásicos' alucinarían 20130507

Cuánto llegan a soportar las masas?, le preguntó don Carlos Marx redivivo al recién resucitado Vladimiro Illitch. Y el ruso se encogió de hombros, atónito ante el espectáculo que nos ofrecía la sociedad globalizada del 2013. Acompañé a ambos a una rápida visita, el domingo a la hora de comer, por Puerto Venecia y fliparon cantidad. Lenin, extasiado, pensaba que las interminables colas ante el bufé de la pasta o las caceroladas del wok sólo podían ser un acto de sacrificada militancia por parte de la disciplinada y superbolche clase obrera. Cuando le expliqué que no, que aquello era un símbolo de consumo de baja calidad y que esa buena gente estaba encantada de esperar turno bajo el sol, el gran líder soviético no me creyó. Éste, pensó, es un pequeño burgués cabrón, pensó. Y acertó, el tío.

A la hora del te, llevé a los clásicos a ver el partido de La Romareda. Para entonces se nos habían sumado Freud, Marcuse y otros colegas. Alucinaron con el estadio lleno, la goleada del Zaragoza y la pasión de los hinchas. Les advertí de que aquello era la escenificación (bastante cutre, en mi opinión) de la épica del fracaso y de la salvación al filo de la agonía, mas sólo el padre del psicoanálisis pareció entender algo. Les hablé de los Magníficos, de las recopas, del gol de Nayim y del método para convertir la derrota en victoria por el procedimiento de flirtear con el descenso a Segunda... y lograr la salvación en el último minuto tras llenar de emoción a la parroquia. Entonces entraron todos en trance. El socialismo ha triunfado, el proletariado es feliz, concluyeron.

Pasé la tarde poniéndoles al día: el ultraliberalismo, la revolución conservadora, el cambio climático, la ruptura del contrato social, la globalización, internet... Se nos unió otro de la peña, León Bronstein, pero tenía la cabeza al bies y cada chavala en shorts que pasaba a su lado le dejaba más turulato que el pioletazo de Mercader. Fuimos a cenar al Wasabi. Un excelente hispanojaponés, les advertí. Y Mao puso un whatsapp: Ya no como con palillos, camaradas; estoy explicándole a una tal Cospedal la Teoría de los Tres Mundos. ¡Cómo está la peña! 

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