Hay que darles la razón a don José María y a su señora: cuando el gürteliano Francisco Correa ejerció de testigo en la boda de su hija Ana, cuya fiesta iluminó gratis et amore,
ese buen hombre estaba limpio como una patena, ningún juez ni fiscal le
habían acusado de nada. En verdad, mal podían imputarle a finales del
verano del 2002, pues justo entonces se estaban fraguando, planificando o
llevando a cabo los hechos por los que sí sería procesado años más
tarde. Bien mirado, aquella ceremonia nupcial estuvo repleta de
personajes que compartían con Correas y su alter ego, El Bigotes, inconcreta condición de preimputables. Berlusconi, por ejemplo, llegó sonriente, acunado por los tambores del bunga-bunga. Imagino a la señora Botella de Aznar
advirtiendo a las tiernas damas de honor de la novia: "Niñas, ojo con
el caballero del autoinjerto capilar, que tiene la sangre azul". "¡Ah!,
¿acaso pertenece a la realeza?", preguntarían emocionadas las
jovencitas. "No hijas, pero presume de que por las venas le corre pura
viagra..." Y primer ministro de Italia, que era el menda.
Muchos estaban allí: los de la Gürtel ya citados, Bárcenas, Sepúlveda (el ex de la Mato), Blesa (el banquero), Camps, los Albertos, Matas... Bueno, y me figuro que también Urdangarín, Lapuerta, López Viejo... ¿Y Fabra,
el alicantino?, ¿había sido invitado el papá de la diputada que tiempo
después expresaría tan gráficamente (¡que se jodan!) la alternativa
ultraliberal a la crisis? Tal vez muchas cosas empezaron en aquella
boda. Allí se cruzaron miradas, se intercambiaron codazos. Junto a los
beneficiarios de sobresueldos y gastos de representación pululaban
aquellos otros que pagaban la nómina B. Cundían la ilusión y la
esperanza. Treinta y tantos mil euros en luminarias (regalados) y una
lluvia fina de promesas, expectativas y posibilidades dieron al evento
una atmósfera especial. Su Eminencia Rouco Varela les miró desde
el altar. Los vió tan inocentes y piadosos, tan por encima de toda
sospecha, que pensó: "A éstos les aprieto un poco... ¡Y ya verás cómo me
ponen el Catecismo de asignatura!" Luego vino lo que vino.
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