jueves, 23 de mayo de 2013

Imputables por encima de toda sospecha 20130523

Hay que darles la razón a don José María y a su señora: cuando el gürteliano Francisco Correa ejerció de testigo en la boda de su hija Ana, cuya fiesta iluminó gratis et amore, ese buen hombre estaba limpio como una patena, ningún juez ni fiscal le habían acusado de nada. En verdad, mal podían imputarle a finales del verano del 2002, pues justo entonces se estaban fraguando, planificando o llevando a cabo los hechos por los que sí sería procesado años más tarde. Bien mirado, aquella ceremonia nupcial estuvo repleta de personajes que compartían con Correas y su alter ego, El Bigotes, inconcreta condición de preimputables. Berlusconi, por ejemplo, llegó sonriente, acunado por los tambores del bunga-bunga. Imagino a la señora Botella de Aznar advirtiendo a las tiernas damas de honor de la novia: "Niñas, ojo con el caballero del autoinjerto capilar, que tiene la sangre azul". "¡Ah!, ¿acaso pertenece a la realeza?", preguntarían emocionadas las jovencitas. "No hijas, pero presume de que por las venas le corre pura viagra..." Y primer ministro de Italia, que era el menda.

Muchos estaban allí: los de la Gürtel ya citados, Bárcenas, Sepúlveda (el ex de la Mato), Blesa (el banquero), Camps, los Albertos, Matas... Bueno, y me figuro que también Urdangarín, Lapuerta, López Viejo... ¿Y Fabra, el alicantino?, ¿había sido invitado el papá de la diputada que tiempo después expresaría tan gráficamente (¡que se jodan!) la alternativa ultraliberal a la crisis? Tal vez muchas cosas empezaron en aquella boda. Allí se cruzaron miradas, se intercambiaron codazos. Junto a los beneficiarios de sobresueldos y gastos de representación pululaban aquellos otros que pagaban la nómina B. Cundían la ilusión y la esperanza. Treinta y tantos mil euros en luminarias (regalados) y una lluvia fina de promesas, expectativas y posibilidades dieron al evento una atmósfera especial. Su Eminencia Rouco Varela les miró desde el altar. Los vió tan inocentes y piadosos, tan por encima de toda sospecha, que pensó: "A éstos les aprieto un poco... ¡Y ya verás cómo me ponen el Catecismo de asignatura!" Luego vino lo que vino. 

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