Desde que Mario Conde arruinó Banesto, que hubo de ser
reflotado (¡cómo no!) a costa del erario público, no entraba en las
cárceles españolas uno de nuestros magos de las finanzas. Así que el
ingreso, ayer, de Miguel Blesa, factótum de Caja Madrid (hoy
Bankia), ha alcanzado de inmediato las primeras páginas, las aperturas
de informativos y las listas de trending topics. ¡Un banquero en
la trena! Tiemblan los cimientos de España. Arde la calle al sol de
poniente. Suspiran las personas de orden. Se engallan los izquierdistas.
Y algunos cínicos pensarán que, bueno, seguro que el señor Blesa tiene
guardado por ahí un dinerito para emergencias, y cuando salga de prisión
podrá pasar a resguardo el resto de sus días. A lo mejor acaba en las
tertulias televisuales del carajillo party como Conde, instruyendo a la tropa y disertando sobre lo que debe hacer, o no, nuestro país.
Blesa, ya lo saben ustedes, usó Caja Madrid para conceder créditos a
placer, hinchar la burbuja inmobiliaria, invertir en lo que le dio la
gana y, puestos ya, adquirir un banco de Florida (EEUU), operación que
produjo pérdidas multimillonarias. Aunque seguro que alguien salió
ganando en la jugada, pues el dinero ni se crea ni se destruye,
simplemente cambia de manos. Y de eso este pájaro sabía mucho. Dejó su
entidad arruinada y aún se fue (junto con los suyos) tras repartirse
setenta y tantos millones en premios, indemnizaciones y pensiones. Luego
llegó Rato. Otro que tal.
Pero permítanme hacer una
observación colateral. El tal Blesa nunca se dedicó a la política.
Siempre presumió de ser un profesional de las finanzas, un técnico. Al
igual que muchos de los que se han lucido arruinando o dejando en los
huesos cajas y bancos, este fulano era un banquero de los pies a la
cabeza. Presuntamente fulero, tramposo, chorizo y estatafador... Pero
banquero. Políticos y sindicalistas le comían en la mano o él les comía
la oreja. Sin embargo nunca fue un hombre público. Estaba, como otros de
su calaña, cortando bacalao entre bastidores y preparándonos la crisis.
De momento es el único que, al menos, acaba en el mako. Así estamos.
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