viernes, 17 de mayo de 2013

Un banquero en el talego... ¡Qué novedad! 20130517

Desde que Mario Conde arruinó Banesto, que hubo de ser reflotado (¡cómo no!) a costa del erario público, no entraba en las cárceles españolas uno de nuestros magos de las finanzas. Así que el ingreso, ayer, de Miguel Blesa, factótum de Caja Madrid (hoy Bankia), ha alcanzado de inmediato las primeras páginas, las aperturas de informativos y las listas de trending topics. ¡Un banquero en la trena! Tiemblan los cimientos de España. Arde la calle al sol de poniente. Suspiran las personas de orden. Se engallan los izquierdistas. Y algunos cínicos pensarán que, bueno, seguro que el señor Blesa tiene guardado por ahí un dinerito para emergencias, y cuando salga de prisión podrá pasar a resguardo el resto de sus días. A lo mejor acaba en las tertulias televisuales del carajillo party como Conde, instruyendo a la tropa y disertando sobre lo que debe hacer, o no, nuestro país.

Blesa, ya lo saben ustedes, usó Caja Madrid para conceder créditos a placer, hinchar la burbuja inmobiliaria, invertir en lo que le dio la gana y, puestos ya, adquirir un banco de Florida (EEUU), operación que produjo pérdidas multimillonarias. Aunque seguro que alguien salió ganando en la jugada, pues el dinero ni se crea ni se destruye, simplemente cambia de manos. Y de eso este pájaro sabía mucho. Dejó su entidad arruinada y aún se fue (junto con los suyos) tras repartirse setenta y tantos millones en premios, indemnizaciones y pensiones. Luego llegó Rato. Otro que tal.

Pero permítanme hacer una observación colateral. El tal Blesa nunca se dedicó a la política. Siempre presumió de ser un profesional de las finanzas, un técnico. Al igual que muchos de los que se han lucido arruinando o dejando en los huesos cajas y bancos, este fulano era un banquero de los pies a la cabeza. Presuntamente fulero, tramposo, chorizo y estatafador... Pero banquero. Políticos y sindicalistas le comían en la mano o él les comía la oreja. Sin embargo nunca fue un hombre público. Estaba, como otros de su calaña, cortando bacalao entre bastidores y preparándonos la crisis. De momento es el único que, al menos, acaba en el mako. Así estamos. 

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