El quincemayismo no vino a resolver ninguno de los graves problemas
existentes ni a proponer una alternativa filosófica y política que
zanjase las incógnitas planteadas por el nuevo momento histórico. No,
esas cosas no se improvisan. Pero sí: el 15-M cayó como una tormenta
sobre la putrefacta superficie de un sistema empantanado. Marcó con su
fresca impronta (en eso coinciden todos los analistas serios) el
presente y el inmediato futuro. El 15-M confrontó a unos partidos y
organizaciones sociales enganchados a la rutina y la burocracia con el
eterno atractivo de la ilusión, de la militancia y de las aspiraciones
utópicas. No creo que fuese un fenómeno efímero. ¡Qué más quisieran los
correveidiles de la corrección establecida!
La democracia
española (puesta en marcha a trancas y barracas tras una complicada y
durísima transición) pelea con los viejos demonios de la España negra.
Hay una larga trayectoria reaccionaria que recorre nuestra historia, una
querencia antiquísima determinada por la autoridad de los reyes, de los
señores de horca y cuchillo (o de cruz y hoguera), del poder arbitrario
por la gracia de Dios. Esa vieja querencia se ha ido poniendo al día,
más o menos. En los años 30 del siglo pasado fue fascista, lució
correajes e hizo, brazo en alto, el saludo romano. En la actualidad se
reviste de ultraliberalismo económico, evoca a Reagan y Thatcher o finge adherirse en cuerpo y alma a las teorías de los think tanks
neoconservadores. Pero sigue siendo clerical, oscurantista,
acientífica, absolutista y extremadamente autoritaria. Como siempre.
Cuando escucho al delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, amenazar con severas sanciones a los promotores de aquella (inocente, pacífica, amable...) tupperprotesta en la calle donde vive la consejera Serrat, o cuando oigo al actual secretario general de UGT-Aragón, Daniel Alastuey, criticar con inaudita rabia a las mareas... comprendo que la democracia sigue siendo en España una fantasía. El 15-M, pese a su ramalazo ácrata y antipolítico, quiso barrer las telarañas y traer un soplo de libertad y libertinaje. Por eso ha causado tantas molestias.
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