jueves, 16 de mayo de 2013

Aragonesismo, la cuadratura del círculo

¿Qué hará Aragón (o sea, su Gobierno) si el Ejecutivo central sigue con su plan de imponer a las comunidades unos niveles de déficit asimétricos?, se preguntaban ayer mis colegas de EL PERIÓDICO. No hará nada, les respondí por mi cuenta. Nada de nada. ¿Podríamos imaginar a una jefa tan españolísima, oficialista y conservadora como Rudi encabezando una rebelión frente a Madrid? No, claro. ¿Cabría suponer que un vicejefe tan españolísimo, oficialista y conservador como Biel llegase a plantear respuesta alguna que no fuera mero bla, bla, bla? Tampoco. A la postre, la Tierra Noble nunca tuvo vocación periférica, nunca llegó a subvertir el Estado centralizado (la moderna reivindicación autonomista hubo de inventarla Vicente Cazcarra, un comunista) y jamás superó del todo su tendencia a tolerar los mayores desafueros de Madrid... pero a encabronarse mogollón ante cualquier desaire de Cataluña.

El aragonesismo es una entelequia maravillosa, un ser y no ser, un acto más folclórico que político. La lucha contra el trasvase del Ebro ha producido los únicos momentos en que pareció haber algo, un impulso, una sensación... Pero aquello pasó y se apagó la llama. Los tierranoblenses ni siquiera hemos analizado retrospectivamente lo que pasó. Muchos serían hoy incapaces, por ejemplo, de discernir entre un presidente que nos trató fatal, José María Aznar, y otro que al menos nos dio algún cuartel, José Luis Rodríguez Zapatero.

El aragonesismo ha sido traducido al lenguaje político convencional por los dos partidos mayoritarios en España, PSOE y PP, con el PAR como clavico transversal. El PAR se disfrazó una temporada de nacionalista (al estilo CiU, que era su modelo) pero la broma duró poco. Ni siquiera Chunta ha sido capaz de salirse de madre planteando algún tipo de propuesta soberanista. Ya está bien así, no crean. Solo que seguimos sin saber quiénes somos y qué queremos de la vida, como ignoramos de qué forma expresar nuestra indignación cuando la Administración central nos ningunea. Árduo problema: la cuadratura del círculo.

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