miércoles, 8 de julio de 2015

A 43°, y jugando con fuego 20150708

Habrá que hacer algo, sí. El eco de las chirigotas que en su día hicieron los negacionistas se apagó hace mucho tiempo, mientras el calentamiento global irrumpía en nuestras vidas devaluando su calidad. Ayer, muchos empezaron a echar cuentas y a certificar que, en verdad, hace sólo treinta o cincuenta años el termómetro no subía tan alto. Ni mucho menos. Así que el personal va dándose cuenta de que eso de ponernos a más de 40 es un regalo que nos hace el efecto invernadero. ¿Que pasará cuando lleguemos a los 45?

Una tras otra, las cumbres mundiales referentes al clima no han servido para casi nada, más allá de unos tímidos planes cuyos objetivos jamás se cumplieron. Los poderosos se encogen de hombros, porque su máquina de los beneficios necesita quemar más combustible fósil, talar más árboles, construir más fábricas contaminantes, envenenar (y privatizar) más las aguas y convertir el desarrollo en un proceso destructivo que hará inhabitable el planeta. El futuro distópico ya no es una teoría pesimista. Está aquí.

Gran parte de los problemas que afrontamos a diario superan las diferencias ideológicas y tan sólo reclaman a la humanidad (más bien a sus presuntos líderes) que deje de jugar con fuego. Ante la actual crisis griega, o la locura yihadista, o la reinvención de la Guerra Fría, o la ominosa la alianza entre las élites financieras y el crimen organizado... En todos estos asuntos (donde las mayorías nada tenemos que ganar y sí mucho que perder) el enfoque ideológico es una coartada para disimular la codicia y el afán de poder. Los nuevos paradigmas de la desigualdad, el autoritarismo, el belicismo y la sistemática agresión al medio ambiente aparecen como propuestas del neconservadurismo occidental o de las oligarquías postcomunistas de Rusia y China. Pero al contradecir lo más elemental de la condición humana acaban siendo una agresión directa a las inmensas mayorías.

Ahora me pueden llamar populista. Pero tengo mucho calor, estoy cabreadísimo al escuchar y leer tantas barbaridades sobre Grecia y hoy paso de las opiniones ajenas.

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