Bastante gente consideramos las Navidades unas fiestas agobiantes, mientras que la Semana Santa nos resulta divertida, primaveral y amable. Por supuesto dejo a un lado las consideraciones religiosas, y me centro en la vacación, el consumo y el folklore... ¡Ah!, y en la final de la copa del Rey, donde Cristiano Ronaldo justificó con un cabezazo (pero qué cabezazo, ¿eh?) el mogollón de pasta que costó su fichaje.
Ayer, tirando de tele me puse al día (al día de Jueves Santo, se entiende). El telediario de sobremesa fue todo un show. Vi a los legionarios (los del Tercio) levantando a pulso al Cristo de la Buena Muerte mientras entonaban su himno guerrero en una escena tan perfectamente paradójica y surreal que no hay ficción capaz de igualarla. Luego salieron otros legionarios (éstos, revestidos de hojalata a la usanza romana) desfilando en una de esas procesiones que combinan a la perfección carnaval y misticismo. A continuación, Casillas sostenía en lo alto la Copa del Rey, mientras el susodicho (o sea, Juan Carlos I) le ayudaba a mantener el equilibro. Y de cierre la misma copa cayéndosele de las manos a Sergio Ramos de la manera más tonta. Aunque, claro, de madrugada es fácil que alguna copa se te vaya al suelo.
En estas fechas yo me quedo siempre en Zaragoza y disfruto de la ciudad semivacía, tranquila y sosegada. Antes salía a ver procesiones, porque a mí la liturgia (cuanto más barroca mejor) me motiva cantidad. Pero últimamente la procesión me viene a ver a mí: cerca de casa ensaya una cofradía, que posteriormente pasa y repasa bajo mis ventanas dándole al parche a base de bien. Todo en orden porque la tradición es la tradición. Me cuentan que hace escasas semanas, la Policía Municipal de Zaragoza interrumpió, a las siete de la tarde, una fiesta que se celebraba en la sede de la Asociación Cabo Verde-Aragón sita en la calle Echegaray, en Delicias. Los asistentes (negros y blancos) tocaban el tambor y la chuflaina, por lo cual la autoridad competente cortó la verbena por lo sano. Habrá ciudadanos que vean en ese suceso un caso de xenofobia. Pero a lo mejor todo el problema radicó en que entonces, ¡ay!, no era Semana Santa.
J. L. Trasobares/El Periódico de Aragón/viernes 22.04.2011
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