martes, 28 de junio de 2016

Rajoy, en día de resaca 20160628

Se despertó Mariano Rajoy, se puso serio, preparó su intervención del día después... y descubrió que sus flamantes 137 diputados y sus casi ocho millones de votos no le concederán el poder de manera automática. Tendrá que ganarse al PSOE y/o Ciudadanos para que le abran paso por activa o pasiva, o bien hacer malabares con los nacionalistas periféricos más razonables. Pero a la vista de lo que ayer declararon Pedro Sánchez y Albert Rivera la cosa está muy complicada. Se sabe que el PNV no se va a poner a tiro porque este otoño hay elecciones el País Vasco. La investidura de un gobierno controlado por los conservadores no está tan a huevo como creyeron en Génova la noche del domingo. Lunes de resaca.

Las reacciones a los resultados electorales suelen depender mucho de las expectativas de cada cual. El PP se daba con un canto en los dientes si llegaba a 130 diputados, y siete más le supieron a triunfo superlativo... aunque está a mucha distancia de la mayoría absoluta. El PSOE temía el sorpasso, y haberlo evitado llenó a Sánchez de orgullo... a pesar de que el partido sigue cayendo sin acabar de tocar suelo. Unidos Podemos soñaba con ser la primera fuerza de la izquierda... y su retroceso (mas de un millón de votos) dejó noqueados a los dirigentes de la coalición. Ciudadanos confiaba en rentabilizar su buenismo centrista... pero perdió casi cuatrocientos mil sufragios. si el 20-D PP y PSOE perdieron las elecciones aunque ni Podemos ni C’s las ganaron, ahora PSOE, Podemos y Ciudadanos cayeron derrotados, aunque el PP tampoco remató su victoria.

La situación sigue siendo endiablada. Visualizar el cuadro de combinaciones posibles para lograr una investidura (se supone que la de Rajoy, pues se ha puesto muy por delante de todos) muestra la complejidad de los acuerdos necesarios. Sánchez y Rivera no quieren retratarse apoyando la elección de un presidente conservador. Ni por activa ni por pasiva. Claro que el socialista tendrá que lidiar con el Comité Federal de su partido, donde ya hay dirigentes (como el extremeño Guillermo Fernández Vara) partidarios de abstenerse y dejar paso libre al jefe del PP. Y puede que Ciudadanos se replantee más pronto que tarde su rebeldía centrista.

Cada cual deberá definirse antes de agosto, porque esta vez Rajoy sí irá a la investidura para forzar su elección en segunda votación (por mayoría simple). ¿Será estable ese gobierno?

Entre tanto, sobre la actualidad política española se proyecta todo lo que está sucediendo en la Unión Europea. El brexit, de cuyo impacto en nuestras elecciones nadie duda ya, ha conmocionado a los británicos y llenado de temor al resto del Viejo Continente. Después de ver lo que le hicieron a Grecia, la evidencia de que hay resultantes económicos que condicionan y de hecho modifican la voluntad de los ciudadanos es más que evidente, clamorosa. La soberanía popular claudica ante los imponderables extrademocráticos: los mercados financieros, las altas burocracias de los organismos internacionales, el complejo tecnológico...

¿Y qué será de Podemos, ahora que su marcha triunfal se ha frenado en seco para transformarse en retroceso? ¿Y qué harán Izquierda Unida .y el resto de los coaligados? Los alternativos corren el riesgo de sumergirse en la algarabía que suele provocar el debate airado entre las izquierdas. Juan Carlos Monedero tira con bala contra quienes, según él, programaron en Unidos Podemos una campaña suave. Iglesias hace cuentas y descubre que su compleja marca electoral se distribuye de forma muy desigual por las distintas comunidades autónomas. En IU, Alberto Garzón ha comprobado que muchos de sus votantes habituales han preferido abstenerse antes que prestar su papeleta a una plataforma que consideraban muy poco fundamentada en la ideología y el programa.

¿Fue el miedo a lo que pudiera pasar? ¿Fue el síndrome caníbal de las izquierdas? ¿Fue el sentido común que predicaba Rajoy? ¿Fue la influencia de los medios de comunicación tradicionales, que al final se impusieron sobre las redes sociales?... Probablemente un poco de todo y algo más: el hecho de que la sociedad española, como la de otros países europeos, se ha fragmentado en función de las franjas de edad, el hábitat, el nivel de formación o las referencias ideológicas y culturales. Cada grupo, a su vez, se moviliza o desplaza su interés en función de fenómenos igualmente complejos. ¿Como encajar, si no, el hecho de que el partido animalista haya obtenido 284.848 votos, casi los mismos que el PNV?

Sí, se da por sentado que Rajoy gobernará. Pero... ¿cómo, y durante cuánto tiempo? 

lunes, 27 de junio de 2016

Parecido... pero no igual 20160627

Al final de la noche, Mariano Rajoy estaba exultante. Como todos en el cuartel general de Génova. El PP recupera catorce escaños en el Congreso de los Diputados y más de cuatro puntos en porcentaje de voto. Lo más parecido a una victoria, si no fuese porque sigue necesitando el apoyo de otras fuerzas políticas para conseguir investir al presidente del futuro gobierno. Las miradas se vuelven una vez más hacia el PSOE, donde Pedro Sánchez evitó el sorpasso por parte de Unidos Podemos, aunque se dejó por el camino cuatro asientos en el Hemiciclo. Con los de Pablo Iglesias bloqueados y sin obtener mayor rendimiento de su coalición con Izquierda Unida, el centroderecha ganaba terreno al centroizquierda, sin llegar a romper del todo el equilibrio por el retroceso de Ciudadanos, muy castigado por la ley electoral.
Rajoy necesita a Sánchez

Al final de una noche de nervios, en la que las encuestas a pie de urna fallaron como nunca, todo seguía parecido, aunque no igual. Rajoy, por supuesto, se consolida como líder indiscutible del PP. Más complicado lo tiene Sánchez en el PSOE, salvo por dos circunstancias: que ha mantenido a su partido como segunda fuerza, y que su principal rival, la andaluza Susana Díaz, ha perdido la batalla de Andalucía frente al PP, que le arrebató dos diputados. El dilema del secretario general socialista vuelve a ser el del 20-D, y se refiere a la política de pactos. Es improbable que Ciudadanos se muestre ahora tan accesible como entonces, y el cambio progresista que pudiera proponerle Unidos Podemos necesitaría la complicidad de los nacionalistas catalanes. ¿Entonces? O intenta otra jugada a tres bandas que precisaría, como ya pasó, el plácet del podemismo... O permite que el PP ejerza el derecho de investidura que le otorgaría su condición de formación más votada.

La gente de Iglesias se las prometían muy felices. Todo parecía fácil. Las encuestas les llevaban en volandas... Pero a la hora de la verdad, las rotundas victorias en Cataluña y el País -Vasco no pueden disimular el hecho de que en otras comunidades la euforia se cortó en el último momento, en el decisivo: el del recuento. Ni siquiera funcionó la suma de los anteriores votos de Podemos con los de Izquierda Unida. La coalición no funcionó como factor movilizador. 

Tampoco fue la noche de Albert Rivera. Quiso ocupar el centro y convertirlo en un bastión de Ciudadanos. Pero ayer comprobó que el centro nunca es suficiente. Obtuvo un porcentaje de votos similar al de diciembre, pero la ley D’Hont le jugó una mala pasada. Ocho escaños menos en el Congreso casi parecen una derrota. Ha quedado claro que su partido y el PSOE no han rentabilizado en absoluto el ineficaz pacto que suscribieron en febrero. 

Pactos en el aire

Como en cada noche electoral tocaba sacar pecho o al menos encajar el golpe. Uno a uno, los líderes salieron a la palestra. Ninguno de ellos mostró intención clara de revisar y modificar la política de pactos que ya mantuvieron a partir del 20-D. No es verosímil que puedan sostener tal actitud de aquí a los próximos días. 

Mariano Rajoy, por supuesto, se sentía anoche tan ganador que no cabía suponer rectificación alguna en su estrategia de «yo soy el primero, y se acabó». Salió con todos los suyos al balcón de Génova entre gritos de ¡Presidente!, ¡Presidente! y ¡Sí se puede!. Iba como una moto. O estaba muy emocionado o venía de festejar el triunfo. Antes, Sánchez y Rivera le habían felicitado telefónicamente por su victoria, detalle que tal vez pudiese ser interpretado como un reconocimiento de algo. 

Por su parte, el líder del PSOE habló lleno de rabia y orgullo por haber dejado atrás a Podemos. Es evidente que para los socialistas no había otro objetivo que parar el famoso sorpasso. El hecho de que el PP les hubiese dejado a cincuenta y dos escaños de distancia quedaba en segundo plano.

Iglesias hubo de reconocer que esperaba mucho más. Sin autocrítica. Aseguró que seguirá adelante, con los mismos objetivos. Rivera se mantuvo en la misma línea y reclamó el cambio de la ley electoral.

Ahora viene lo más difícil: alcanzar algún acuerdo.
 

domingo, 26 de junio de 2016

Resultados y pactos, las dos incógnitas 20160626

Esta misma noche se resolverá la primera incógnita de la ecuación electoral, pero entonces aún habrá que resolver la segunda, la más peliaguda: los pactos. Hemos llegado hasta aquí precisamente por eso, porque no fue posible alcanzar algún tipo de acuerdo tras el 20-D. Y ahora todos los partidos y coaliciones parecen haberse impuesto a sí mismos el deber de hacer lo preciso para evitar una tercera cita con las urnas. Lo que nadie sabe aún es cómo lograrlo.
Una situación endiablada

Hay dos candidatos particularmente presionados, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Más este que aquel. A lo largo de la jornada de ayer y durante todo el día de hoy, ambos habrán de imaginar que la campaña ha roto los pronósticos, lo cual les permitiría alcanzar sus respectivos objetivos. El del PP necesita mejorar, aunque sea ligeramente, los resultados de diciembre. El socialista no puede permitirse empeorar los que obtuvo entonces, pero por encima de todo ha de evitar que Unidos Podemos le supere en escaños.

En las calles de Génova y Ferraz, donde se asientan los cuarteles generales de los dos partidos que han dominado durante más de tres decenios la política española, se espera algún prodigio de última hora.
Cuando la campaña estaba tocando a su fin, los conservadores dieron por hecho (o fingieron hacerlo) que su líder había conseguido movilizar al electorado moderado, usando dos argumentos centrales: la amenaza radical encarnada por Unidos Podemos y la utilidad del voto al PP en las pequeñas circunscripciones, donde apoyar a Ciudadanos equivaldría, según ha afirmado reiteradas veces Rajoy, «a tirar la papeleta». La derecha cree que la conmoción causada por el brexit beneficia a su causa. «Porque buena parte de la ciudadanía ha comprobado que la situación no está para bromas ni desahogos. El populismo nos llevaría al desastre». El argumento pasa por alto que la separación británica es consecuencia directa de la lucha por el poder en el seno del Partido Conservador, o sea de su homóloga en Reino Unido. Pelillos a la mar.

Los dirigentes y cuadros del PSOE afectos a Pedro Sánchez también dan por buena la campaña, en la que habrían ido de menos a más. Según su teoría, el orgullo de la militancia y su seriedad progresista les ha permitido ganar terreno y blindarse frente al sorpasso, que no tendrá lugar. «En campaña, nuestro partido es como un diésel: tarde en coger velocidad pero luego no hay quien lo pare».

Ni PP ni PSOE han querido saber nada de las encuestas. Para una y otra formación han sido mucho más reveladoras las sensaciones captadas en la calle.

Esperando el veredicto

En Unidos Podemos y Ciudadanos se pueden tomar las cosas con algo más de calma. Pablo Iglesias ha dado por hecho que las encuestas iban bien atinada, y Albert Rivera se puede conformar con mantener la posición. .El primero ha rubricado una campaña exitosa en lo que a capacidad de convocatoria se refiere (impresionante el mitin de cierre de Madrid). El segundo ha mejorado sus habilidades, y por otro lado tiene tiempo. Puede esperar a que Rajoy se convierta en un cadáver político.

Los cuatro se van a enfrentar apenas se conozcan resultados al posterior desafío: diseñar y escenificar los pactos y procurar por encima de todo que un eventual fracaso de los mismos no acabe pasándoles factura.

De nuevo es Sánchez el que tiene un panorama más complicado. Con sorpasso o sin él, volverá a planteársele el gran dilema: o articular con Unidos Podemos un frente de izquierdas apelando al apoyo o la neutralidad de alguna fuerza minoritaria (el PNV, si los números cuadran), o permanecer fiel a su promesa de que Iglesias nunca será presidente y permitir de una u otra forma que sea investido un gobierno conservador.

Eso, claro, si esta noche consigue mantenerse al frente del PSOE. Se dice que a partir de las once, cuando el escrutinio ya dé cifras casi definitivas, empezarán a sonar los teléfonos. Está por ver quién llama a quién, y en algún caso quién coge el teléfono. A Rajoy, por cierto, también le tienen ganas. Pero el líder de la derecha tiene a su favor esos estatutos del PP que dejan todo el poder interno en sus manos.
Tras una campaña tediosa, llega una jornada electoral cargada de suspense.

sábado, 25 de junio de 2016

La campaña cierra con dudas y ‘brexit’ 20160625

Un meteoro al final de la campaña. Los jugadores profesionales (las casas de apuestas y los mercados financieros) se equivocaron una vez más y la gente de más edad en Inglaterra y Gales dejó fuera de Europa a sus propios jóvenes y a los otros reinos, Escocia e Irlanda del Norte. Las repercusiones económicas y financieras han sido enormes. Y Mariano Rajoy hubo de salir a la palestra de nuevo, más resignado ya que demudado, a pedir calma y arrimar el ascua a su sardina electoral: cuidadín con lo que votáis, que la cosa se ha puesto más que fea. En esa misma línea, otros líderes de los partidos sistémicos, se lanzaron a prevenir al electorado español contra los malvados populistas euroescépticos. Mientras, Pablo Iglesias pedía «altura de miras» y que lo del brexit no se utilizara electoralmente aquí, en la piel de toro. Como si esta campaña, tan repleta de trucos y golpes de efecto, pudiera acabar sin hacerse eco de semejante acontecimiento.

Pedro Sánchez puso el dedo en la llaga al señalar que el reférendum fue convocado en Reino Unido por un primer ministro conservador que, en realidad, estaba jugándose el liderazgo dentro de su propio partido. Los ultraderechistas del UKIP andaban ayer de fiesta, claro. Pero la consulta fue propuesta y organizada por el mismísimo establishment. ¿Es entonces David Cameron un populista?

Albert Rivera, pensando en Cataluña, advirtió que estas consultas las carga el diablo. Y es probable que el único político español que ayer exhaló un suspiro de alivio, pese al desplome de la Bolsa y el subidón de la prima de riesgo, fue Jorge Fernández Díaz. La espantada británica desplaza la atención de la opinión pública hacia el futuro de Europa, y deja en segundo plano la grabación de sus conversaciones con el director de la Oficina Antifraude catalana. No hay mal que por bien no venga. Por si acaso, el ministro del Interior en funciones mandó a sus policías al diario Público, a por las cintas, los cedés, disquetes o pen drives donde estuviese registrado el tema. Los colegas les dijeron que, si querían el material, volviesen con una orden del juez. Ahí quedó todo. De momento.

¿Qué repercusión tendrán sobre la intención de los votantes estos sucesos que han trastornada la campaña justo en su recta final? Nadie lo sabe. Más allá del morbo de los trackings y las postreras bravatas de cada partido (todos pretenden ganar... o casi), existe una notable aprensión ante lo que pueda suceder mañana. Los sondeos no inspiran demasiada confianza (en la noche del jueves, las encuestas a pie de urna daban por hecho que el Reino Unido iba a quedarse en Europa). ¿Y si al final emerge voto oculto, voto incontrolado, voto movido por el miedo, voto impulsado por la rabia?

Los analistas consideran que esta ha sido una campaña sin debates de verdad, con demasiada mercadotecnia, en la que formación alguna ha hecho de su programa un instrumento efectivo para convencer a la ciudadanía. Aunque, claro, las respectivas y atractivas ofertas de partidos y coaliciones difícilmente podrán soportar en el inmediato futuro su confrontación con una realidad tan fluida, que cambia de un día para otro de forma tan dramática como imprevisible.

Eso, por no hablar de los pactos y las cesiones mutuas que, se supone, han de hacerlos posibles. ¿Facilitará el brexit un entendimiento entre los partidos que se reconocen entre sí como constitucionalistas? Misterio.

Los candidatos a presidir el hipotético futuro gobierno llegaron extenuados a los mítines de cierre. Fue el último esfuerzo antes de sumergirse hoy en esta absurda jornada de reflexión (¡pero si llevamos año y medio reflexionando, votando y vuelta a reflexionar otra vez!). Mañana será otro día.
 

viernes, 24 de junio de 2016

... Y Rajoy pone cara de circunstancias 20160624

Mariano Rajoy acaba la campaña con mala cara, o cara de circunstancias, o esa cara tan suya donde la perplejidad se refleja desbordando cualquier disimulo. Ayer se le veía desorientado. Repetía la letanía de su argumentario medio abstraído, como si por dentro de su sesuda cabeza los ecos del Fernándezgate siguieran rebotando impulsados por un movimiento continuo. Sólo faltó la comparecencia en el Parlament del director (por poco tiempo) de la oficina Antifraude catalana. Daniel de Alfonso, con actitud desafiante, se encaró con los diputados, amenazó con poner en marcha su particular ventilador, repartió sospechas a granel y acabó dejándole un recado al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, que hubo de salirle al paso en posteriores declaraciones. La campaña llega a su fin chapoteando en las cloacas del Estado. ¿A quién acabará favoreciendo todo esto? Ustedes mismos.

El diario digital Público ofreció ayer su tercera entrega de las conversaciones entre el ministro en funciones Jorge Fernández Díaz y el citado De Pedro. En ella se hablaba de provocar la caída de Artur Mas de la presidencia de Convergencia Democrática. Pero el director de la desdichada Oficina Antifraude (una creación del Tripartito caracterizada por su hermetismo y discrecionalidad) tiene para ello una explicación: fue un cebo que le puso al titular de Interior «para ganarse su confianza». Inaudito.

Como lo es la situación del citado ministerio. Justo ahora se jubila Eugenio del Pino, director adjunto operativo de la Policía, y ello sucede en medio de una guerra entre facciones, comisarios y grupos operativos. Un rastro de grabaciones, espionaje, operaciones sucias y maniobras políticas pone en cuestión el funcionamiento de organismos que, se supone, velan por la seguridad colectiva. Casos tan retorcidos y absurdos como el del Pequeño Nicolás han acabado involucrando a notorios mandos policiales. Parece increíble.

No pasa nada, dicen en el PP. No hubo delito, añaden con más ánimo que convicción... Salvo la artera filtración de esa grabación ilegal. «España no es Venezuela», asegura Rajoy en un intento de defender la calidad de la democracia que disfrutamos aquí. Pablo Iglesias debe de estar encantado. A la postre, ¿no fueron los policías más próximos a Fernández Díaz quienes anduvieron por ahí divulgando supuestas investigaciones sobre la financiación de Podemos?

Todo esto a sólo tres días de la cita con las urnas. Cuando los partidos y sus candidatos queman los últimos cartuchos en una traca tan ruidosa como poco fructífera. El PSOE protagoniza un crescendo no exento de dramatismo. Ayer, en el barrio murciano de San Basilio, sacó la bandera de Europa y la española, mientras Pedro Sánchez enarbolaba el internacionalismo contra los soberanismos periféricos. El líder socialista apeló a la «memoria de nuestros abuelos, el presente de nuestros padres y el futuro de nuestros hijos» para pedir el voto. Da por hecho que no habrá sorpasso ni en escaños ni en sufragios.

Unidos Podemos y el PSOE tuvieron una fea enganchada en Jaen, tras una desaforada intervención de Diego Cañamero, dirigente del Sindicato Andaluz de Trabajadores y candidato al Congreso por la coalición izquierdista. Por un lado las cloacas, por el otro la histeria.

Ánimo, ya no queda casi nada. En el sprint final será Rajoy quien eche hoy el resto con una sucesión de mítines en Teruel, Valencia y la plaza de Colón de Madrid. Sánchez cerrará en Sevilla. Iglesias y Rivera, en la capital de España. Luego, todo quedará pendiente de la sobrecargada y ahíta voluntad popular. Entretanto, sabremos si los británicos han decidido permanecer en la UE... O no.

JLT  24/06/2016

sábado, 18 de junio de 2016

La campaña y las encuestas, planas 20160618

Una semana más en este plan puede ser insufrible. Porque la campaña se ha estancado de manera irremediable. Lo mismo que las encuestas. Los trackings u oleadas superpuestas (vean el de GESOP que publica este diario) salen ya planos, girando inexorablemente en torno a sus propios márgenes de error: un escaño que cambia de signo, un par de décimas de más o de menos. Se acabaron los sobresaltos. Salvo los que ya venía arrastrando cada partido. La coyuntura está tan quieta, tan aparentemente congelada, que los más catastrofistas o los más cachondos advierten de que, en el peor de los casos, a la tercera va la vencida. Pero de eso... mejor ni hablar.

A vueltas con los números

Es imposible elaborar nuevos argumentos. La economía, el déficit, los servicios públicos, las pensiones, las malas intenciones de los otros, las buenas intenciones propias, Cataluña, España... Todo ha sido objeto de sucesivos debates, pactos frustrados y encontronazos electorales a lo largo del 2015 y del año en curso. La imaginación de ejecutivas y asesores no da más de sí. Ayer, por ejemplo, los socialistas, que parecen ir despertando del shock que les produjeron los primeros sondeos, rebatiendo de manera categórica el programa de Unidos Podemos en todo lo referido a presupuestos, déficit y fiscalidad. También negaron el sorpasso, con una interpretación propia de las encuestas y la convicción de que van a movilizar medio millón de votos suplementarios de gente suya que no está dispuesta a tolerar que los de Pablo Iglesias se les suban a la chepa. Estos, por boca de Alberto Garzón, se ven, sin embargo, a sólo tres puntos de uin PP «aterrorizado».

Tal vez sea así, pero lo cierto es que en estos momentos los augurios parecen haberse fosilizado. Tanto en los resultados posibles como en las tendencias que podrían desarrollarse de aquí al 26-J. Por otra parte, la Ley d’Hont tiene sus peculiaridades. Tradicionalmente, en un escenario de bipartidismo casi perfecto, ha funcionado como un sistema proporcional en las grandes circunscripciones aunque mayoritario en las pequeñas. Ahora, cuando las diferencias entre la formación más votada y la segunda e incluso la tercera se mueven en unos pocos puntos porcentuales, las tornas han cambiado. PP y PSOE ya no se lo llevan todo, ni mucho menos.

Por eso cada cual pretende demostrar a la ciudadanía que el suyo es el voto más útil. Y todavía se mantiene ese equívoco según el cual cabe hablar de victoria electoral obteniendo menos del 30% de los votos. Un error que ya causó estragos tras el 20-D, cuando los partidos habitualmente mayoritarios se empeñaron en comportarse como si siquieran siéndolo, contra la más elemental lógica aritmética.

Claro que cada cual maneja los números como le place. José Manuel García-Margallo, al comentar la posibilidad de que En Comú Podem sea la formación más votada en Cataluña afirmó que los votantes, a veces, «se equivocan». Y agregó: «Don Adolfo Hitler (sic) llegó a ser canciller del Reich pasando de 12 a 107 escaños y por tanto teniendo la mayoría de Alemania». Ada Colau y los de Podemos pusieron el grito en el cielo por tan inapropiada comparación. Pero, al margen de tal reacción, lo cierto es que el ministro en funciones no estuvo acertado en nada. En realidad, Hitler fue nombrado canciller tras las elecciones del 6 de noviembre de 1932, donde sólo obtuvo el 33,09% de los votos (los socialdemócratas, el 20,43%; los comunistas, el 16,86%), perdiendo dos millones de sufragios respecto de los comicios habidos en julio de aquel mismo año. Se quedó muy lejos de la mayoría absoluta. Si acabó encabezando el gobierno fue gracias a la debilidad del senil mariscal Hindenburg, al apoyo de los conservadores... y a la división de la izquierda alemana.

Melodrama o comedia

Nada que ver, por suerte, con lo que tenemos hoy entre manos (salvo incidentes puntuales e incruentos, como cuando ayer activistas de extrema derecha quisieron reventar un acto de Unidos Podemos en Madrid). Aquí, la puesta en escena electoral tiene que ver más bien con el melodrama, como cuando ayer la vicepresidenta en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, proclamó que su destino político ha estado y está ligado al de Mariano Rajoy (por si alguien la ponía en la quiniela de candidatos a sucesor/a). O con la comedia, como está pasando con el súbito amor (político) de Iglesias a José Luis Rodríguez Zapatero, que ha obligado a Pedro Sánchez y otros dirigentes del PSOE a establecer una especie de jucio crítico sobre la presidencia de su compañero. Quien, recuerdan, modificó el artículo 135 de la Constitución, inició la reforma laboral y tomó alguna otra decisión que Unidos Podemos pretende anular. Por su parte el propio Zapatero, encantado de la vida, ha entendido que los elogios a su figura son una muestra «de respeto y reconocimiento al PSOE».

Dimes, diretes, provocaciones y gags. La cosa no da más de sí. Cabe imaginar que durante la próxima semana, en la recta final de la campaña, unos y otros intentarán atraer la atención del público con algún nuevo truco. Mientras, en el forcejeo para ganarse la voluntad de los indecisos nadie quiere meter la pata. Mejor repetirse que salirse del tiesto.

Y aunque parecía que no, sigue habiendo mítines. Concurridísimos algunos. Unidos Podemos ha reunido a miles de personas en Barcelona o Palma de Mallorca. El PSOE cambió ayer sobre la marcha su fiesta en Valencia porque el aforo del recinto seleccionado inicialmente se les había quedado pequeño. Rajoy (que acertó previamente el resultado del partido de nuestra futbolera Selección) recorre España prodigándose en actos donde tampoco faltan parroquianos. Aunque parezca mentira, mucha gente sigue interesada en la política.
 

viernes, 17 de junio de 2016

Ganar se ha puesto imposible 20160617

Mariano Rajoy no le quiere nadie, salvo, se supone, los de su partido. Por eso ya no gana las elecciones. Es el más votado, pero eso no vale de nada cuando te llevas un magro botín en esca- ños, muy lejos de lo que fueron aquellas mayorías absolutas o suficientes. Por debajo de los ciento cincuenta diputados la victoria se esfuma. Cuando se parte de ciento veintitrés y sólo se aspira a coronar el chato Everest de los ciento treinta, el líder ha de encomendarse a la buena voluntad de los demás partidos, o suponer que alguna clase de poderoso ente extrapolítico conseguirá anular la literalidad de los resultados electorales. Ocurra así, o no, lo evidente es que la campa- ña ha derivado en un combate sin piedad donde el PP quiere recuperar a quienes se le pasaron a Ciudadanos. C’s busca robarle la cartera al PSOE.

El PSOE ataca a Unidos Podemos por tierra, mar y aire... Y Pablo Iglesias muestra su cariño por Zapatero, para pasmo del respetable. Golpes de efecto emocionales, simulaciones económicas, mercadotecnia y comunicación digital. Ayer, un ultraderechista asesinó a la diputada laborista Jo Cox cuando hacía campaña contra el Brexit. De inmediato, las bolsas europeas iniciaron el rebote porque los jugadores de los parqués pensaban que esta tragedia desencadenará entre los británicos una reacción favorable a seguir en la UE. Descarnada y cruel realidad. Cómo no, si en el mismo instante en que se producía tal instante en que se producía tal crimen, el premier Cameron hacía campaña ¡en Gibraltar!, donde la inmensa mayoría de la población es europeista cien por cien. Por supuesto, un paraíso fiscal como aquel se rige por la ley del parásito: mantener con vida al huésped para seguir alimentándose de él. Rajoy condenó el atentado y aprovechó la ocasión para llamar “a las naciones libres” a luchar sin cuartel contra el terrorismo. El presidente en funciones se atiene siempre a su argumentario, y no parece sentirse intimidado por el rechazo que despierta en otros partido cuyo apoyo necesitará para seguir en La Moncloa.

Él y los suyos se aferran a ese principio (inventado por ellos mismos) según el cual el más votado debe ser investido por puro y simple precepto democrático. Pero Espa- ña elige al jefe de su gobierno por un procedimiento indirecto y parlamentario. Porque luego es en el mismo Parlamento donde hay que sacar a flote los presupuestos anuales, las leyes y lo que toque. Rivera lo ha advertido con tajante solemnidad: C’s ni votará a Rajoy ni se abstendrá para facilitar su investidura. En el PSOE, pese al equívoco tuit de Jordi Sevilla, que sigue dando que hablar, también se descarta cualquier respaldo al PP (el último en asegurarlo así ha sido Óscar López, vicecoordinador del Comité Electoral).

Cospedal, presta a defender a su jefe, insiste en que los partidos con menos votos no pueden imponer su voluntad al que más haya logrado. Se olvida de que, si el primero necesita imperativamente al segundo, al tercero, al cuarto o a varios de ellos, tendrá que adaptarse a sus exigencias. Qué remedio le va a quedar. La esperanza del PP es la pesadilla de sus contrarios: que la gente de orden acuda en masa a las urnas, alarmada por un posible desbordamiento de Unidos Podemos. La súbita emergencia del voto oculto conservador desmentiría, a la hora de la verdad, los pronósticos de los encuestadores, impondría a Rajoy por encima de sus contrarios... Y seguro que, en tal caso, también subirían las bolsas. 

JLT  17/06/2016

jueves, 16 de junio de 2016

Y si los ‘british’ se van... ¿qué pasará? 20160616

Todos hablan de pactos. Casi nadie del Brexit. Las promesas caen a plomo sobre la ciudadanía, como si estuviésemos todavía en 2007 y tuviésemos una deuda pública del 36,3% del PIB (¡qué tiempos!). Sin embargo, en este junio electoral del 2016, lo que deben las instituciones españolas ha vuelto a desbordar el cien por cien de la riqueza que produce nuestro país en un año. Se han batido todos los récords históricos: Un billón y cien mil millones de euros, que se dice pronto. Más aún: sólo en el primer trimestre del año hemos tomado prestados 22.969 millones, una cantidad impresionante.

ZOZOBRAS ECONÓMICAS

En estas condiciones, ¿cómo podrá Rajoy bajar los impuestos, Sánchez recuperar y mejorar los servicios sociales, Iglesias incrementar la inversión pública y Rivera complementar por cuenta del Estado los salarios más bajos? Peor todavía: ¿Qué puede pasar si el 23, en vísperas de nuestra propia cita con las urnas, los británicos deciden dejar la Unión Europea? Mariano Rajoy, preguntado por ello, usó el término catástrofe. Confía, por supuesto, en que no se llegue a ello.

El referendo convocado por el premier Cameron ha puesto los mercados financieros al borde del infarto. En los últimos días, las bolsas del Viejo Continente han perdido cuatrocientos mil millones de euros. Por muchísimo menos, la Grecia de Syriza fue considerada un tumor maligno en los órganos vitales de la Unión y condenada a todo tipo de represalias económicas. Pero los conservadores británicos, incluidos los que preconizan la separación, son objeto hoy de otra consideración. Incluso hay analistas que intentan quitar hierro a las repercusiones de una eventual salida. El Banco Central Europeo y la autoridad monetaria de Reino Unido ya trabajan sobre tal supuesto para asegurar que no habrá ningún problema en el cambio de libras por euros y viceversa.

En España, la campaña ha pasado de largo sobre el tema del Brexit. Mientras el Ibex cae hacia los 8.000 puntos y la deuda pública crece sin parar, Rajoy vende triunfalismo y los demás ofrecen diferentes modelos de cambio, a cual más risueño. Ni siquiera la vecindad de una Francia agitada por protestas y huelgas contra la reforma laboral socialdemócrata que impulsan Hollande y Valls ha forzado a los candidatos a ocuparse de lo que sucede fuera de nuestras fronteras. La única mención significativa a la Gran Bretaña se ha hecho en la carta que Unidos Podemos manda a los domicilios de los votantes junto con la papeleta. Es una misiva que supuestamente envía a sus padres, desde Londres, una treintañera científica española que se ha visto forzada a emigrar para encontrar un puesto de trabajo acorde con su preparación. Aunque, ojo: si los euroescépticos ganan el referendo, a lo mejor se tiene que volver a esta España que ha dejado de invertir en I+D+i porque lo fía todo a los sesenta millones anuales de turistas (de los cuales la cuarta parte, ¡ay!, son británicos) y a las crecientes inversiones en las plantas (maquilas, les dicen en México) que montan automóviles para las multinacionales.

En la jornada de ayer, la campaña española giraba obsesivamente en torno a los pactos. Puyas, sospechas, emplazamientos... De todo había en el fuego cruzado.

El PP no se corta a la hora de proclamar en público su suposición de que Pedro Sánchez será perfectamente capaz de pactar con Podemos e incluso los nacionalistas periféricos, si suman más de 176 diputados. Lo ha dicho Feijoó, el presidente gallego, sin acordarse de que esa opción ya se dió tras el 20-D y se frustró por decisión del Comité Federal socialista.

Pero a Sánchez le acosan desde todos los ángulos a propósito de sus intenciones. Un tuit de su asesor económico, Jordi Sevilla, desató ayer una pequeña tormenta porque daba a entender que su partido apoyará a quien consiga más escaños. Luego se aclaró que dichos escaños podrían corresponder a varias formaciones unidas por un acuerdo. Y la polémica continuó entre PSOE y Unidos Podemos porque aquella formación avala, en una posible negociación, la preminencia de quien haya obtenido más diputados, mientras esta última cuenta la ventaja por el número de votos.

Rivera sigue reclamando la retirada de Rajoy para lograr un consenso constitucionalista y apoyar un ejecutivo renovado. Saca a relucir los papeles de Bárcenas y pone el dedo en la llega de la corrupción conservadora. Pero... ¿es su exigencia una línea roja, o no? Porque en cada ocasión el líder de Ciudadanos envuelve su posición en una nube de matices que la desdibujan o relativizan.

Donde se le ve más resuelto es a la hora de apoyar la presión sobre Sánchez, a quien ha interpelado para que aclare si opta por “el modelo de coalición que sigue la socialdemocracia europea” (salvo Portugal, se supone), o los desvaríos “populistas”. Y recuerda el apoyo que los socialistas han dado a los ayuntamientos filopodemistas de las grandes capitales españolas.

Iglesias hace lo mismo pero desde un enfoque diametralmente opuesto. Ha emplazado a Sánchez a que «tenga agallas para decir si permitirá, o no, un gobierno de Rajoy».

Mientras, el del PSOE recorre España buscando a sus votantes y abominando... de Podemos.

miércoles, 15 de junio de 2016

Lucha por parejas: Rivera contra Rajoy y Sánchez contra Iglesias 20160615

¿De qué se habla el día después del debate? Pues del debate, por supuesto. Según una teoría, es posible darle la vuelta al resultado de un cara a cara (sea a dos o a cuatro) movilizando durante las veinticuatro horas siguientes opiniones que apuntalen la victoria o derrota de quienes han intervenido en él. De ahí que los cuatro partidos involucrados en el juego se pasaran el día de ayer proclamando ganadores a sus correspondientes candidatos. Cabe la duda de si sus interesadas valoraciones se sobrepondrán a la opinión en red de las más de diez millones de espectadores (once millones en el minuto de oro) que vieron total o parcialmente el encuentro. En todo caso, tras la noche del lunes la campaña ha tomado un cariz diferente. Ahora se asemeja a una pelea por parejas, en la que PSOE y Ciudadanos, unidos por su acuerdo de enero y su voluntad de reivindicar y ensanchar el centro político, se abalanzan, respectivamente, contra Unidos Podemos y el PP. De repente, Pedro Sánchez y Albert Rivera intercambian argumentos. El primero proclama la necesidad de un cambio razonable llevado a cabo por partidos serios y fiables. El segundo acusa a Mariano Rajoy y a Pablo Iglesias de articular... la tan manida pinza «desde los extremos».

EL CENTRO NO ES SUFICIENTE

PSOE y Ciudadanos tienen un problema bastante obvio: el centro es un lugar mucho menos amplio de lo que parece. Por eso ambos partidos no sumaron para investir presidente en febrero y seguirán sin sumar tras el 26-J, a tenor de lo que avanzan todas las encuestas. Ahí radica el drama. En un mitin celebrado ayer en Gijón, con Sánchez como protagonista, el presidente de Asturias y líder socialista en dicha comunidad, Javier Fernández, agitó el lema antifascista «¡No pasarán!»... pero dirigiéndolo contra el podemismo. A su vez, en Salamanca, Rivera descartó definitivamente la posibilidad de ir a un ejecutivo de cambio si Rajoy hubiera de presidirlo. Se trata de ampliar el espacio central, de expandirse a izquierda y derecha, de romper las fronteras de un territorio sobrevalorado por algunos analistas, y donde se sueña con una democracia tranquila, difícil de sostener en estos  tiempos de vertiginosas transformaciones, crisis, desigualdad y descrédito de las instituciones. 

HAY QUE SEGUIR LAS REGLAS

Naturalmente, PSOE y Ciudadanos quieren frenar la polarización de la campaña. Rivera y su equipo son quizás más conscientes que Sánchez y el suyo de que el centro no vale gran cosa cuando se han perdido las alas. El problema actual de ambos líderes es que aquel no ha logrado penetrar en la derecha, donde el PP sigue dominando gracias a la fidelidad de sus votantes, y este otro ha perdido buena parte de la izquierda, empujado por Unidos Podemos. Si no rompen el cerco, si no ganan terreno convenciendo a los indecisos, lo tienen regular. 

Rajoy, por su parte, tan tranquilo. Si en el debate fue capaz de colar no pocas falsedades (empezando  por su negación del sistema de pensiones chino, que sí existe) mientras exigía a los demás «venir aprendidos», luego se ha mantenido aferrado a sus éxitos en la gestión económica. En Roquetas de Mar (Almería) hizo del optimismo una imprescindible virtud ciudadana. Antes, su habitual portavoz parlamentario, Rafael Hernando, se puso en plan gracioso (¡qué cosas!) y llamó «zombi» a Sánchez, «Heidi con coleta» a Iglesias y «veleta » a Rivera. No se río nadie. Quienes viven en Jauja son los podemistas. Íñigo Errejón, su jefe de campaña, lanzó ayer a las redes un vídeo en el que se felicitaba por lo bien que su número uno, Iglesias, había seguido durante el famoso debate las reglas acordadas en la preparación del mismo: ante todo, mucha calma. Y lo que queda todavía.

martes, 14 de junio de 2016

Ni hubo sorpresas ni se dieron cuartel 20160614

Estaba concebido como El Debate, el momento crucial de la campaña. Pero es dudoso que tenga un efecto tan decisivo como se ha venido suponiendo. No hubo ganadores ni perdedores claros. Tampoco se resolvió una de las incógnitas fundamentales: la manera en que puede pactarse un futuro gobierno de coalición, a la vista de que nadie puede aspirar a la mayoría absoluta.

FALTÓ ESPONTANEIDAD

Rajoy hizo bandera de esos dos millones de puestos de trabajo que, asegura, pueden crearse en los próximos cuatro años. Sánchez lamentó mil veces el bloqueo "de los extremos" que le impidió ser investido presidente en febrero. Rivera se expresó con singular resolución obligado por su necesidad de romper los pronósticos que le mantienen en la cuarta posición, a distancia de los demás. Iglesias, muy contenido y suave, ofreció una y otra vez su alianza al candidato socialista y se lamentó ("¡'Pedro, no. yo no soy el adversario!") cuando este le atacaba sin compasión. Pero ahora todavía quedan once días de campaña y los efectos de lo sucedido ayer por la noche pueden diluirse. Sobre todo porque ninguno de los participantes dijo nada nuevo ni se sacó de la manga sorpresa alguna. Polemizaron sin darse demasiado cuartel (salvo la evidente tregua que mantuvieron el del PSOE y el de Ciudadanos). Sin embargo llegaron al plató de la Academía de la Televisión muy ensayados pero con unos argumentarios agotados tras más de un año de constantes citas con las urnas.

En realidad, el acto venía tan negociado y sujeto a tantas condiciones (muchas de ellas impuestas por el PP), que su formato resultó muy rígido, sobre todo al principio. Luego, paulatinamente, las cuatro candidatos se fueron calentando, intercalando a veces duras alusiones a sus contrarios. El escenario, como pasó en diciembre, fue frío, casi gélido, con los consabidos tonos blanco, gris y negro. Faltó espontaneidad, sin duda. Y demasiadas cuestiones, que iban saliendo a relucir en las sucesivas intervenciones, se quedaron colgadas sin la explicación o el desarrollo que merecían. Faltó espontaneidad. Sin duda.

El encuentro se articuló sobre varios enfrentamientos cruzados perfectamente lógicos. Todos dispararon sus dardos retóricos sobre Rajoy, que demostró haber entrenado el aguante aunque un par de veces la perplejidad se reflejó en su rostro. Sánchez iba a por él, intentando poner en escena el recuerdo del bipartidismo. Pero el candidato del PSOE también mantuvo en paralelo un duelo con Iglesias. Lo mismo que Rivera, cuyas ganas de pelea eran evidentes. El de Unidos Podemos se atuvo con inmensa diciplina a su guión: calma, intervenciones breves y precisas (fue el que menos tiempo consumió) y estilo de estadista. No le sacaron de quicio, y las primeras encuestas le daban por ganador.

ECONOMÍA Y OTROS RETOS

La economía fue el tema central. Pero ya en la víspera el debate en La Sexta (con Guindos, Sevilla, Garzón y Garicano) había dejado la extraña sensación de que nadie tiene una alternativa coherente ni factible, porque a la presión exterior de Bruselas (que lleva tiempo exigiendo recortes inmediato) se unen las dificultades para cuadrar cuentas sea por la vía liberal, bajando impuestos e incentivando a las empresas con nuevas deducciones, sea por la vía socialdemócrata, incrementando la presión fiscal y el gasto público.

Ningún partido ofrece en esta campaña fórmulas de fácil aplicación. Los aspirantes a presidir el gobierno tampoco lograron transmitir una imagen clara de su modelo económico. ¿Cómo cabe bajar los impuestos y al mismo tiempo ajustar el déficit como exige Bruselas? ¿De qué manera se podría incrementar la inversión pública de forma sustancial sin hundir el país, que ya arrastra una deuda enorme?

¿QUIÉN PACTARÁ CON QUIÉN?

Para el PSOE, que tiene en esta campaña su mayor desafío electoral desde la Transición, ninguna cuestión más problemática que la de los pactos poselectorales. En un habilidoso gambito tras el 20-D, Sánchez ya se zafó del gran dilema (o con el PP... o con Podemos), pero su histórico acuerdo con Ciudadanos, un amistoso arreglo entre centristas, quedó en evidencia porque los números lo condenaban a la inoperancia. Ahora... ¿qué pueden hacer los socialistas, atrapados en una encrucijada parecida o peor? Sánchez eludió la cuestión. Rajoy e Iglesias se expresaron con total claridad. Rivera, hasta cierto punto.

El despliegue realizado ayer por las televisiones (todas las generalistas salvo La Cuatro retransmitieron el encuentro) abonaría la vocación decisiva del debate a cuatro. Pero tal vez no sea para tanto. La campaña sigue. La presión sobre los indecisos continuará once días más. La determinación de quienes tienen el voto decidido (y más si se mantienen en idéntica posición al 20-D) no se tambaleará por lo que ayer hicieron o dejaron de hacer sus respectivos líderes.

El impacto de este evento ha de diluirse necesariamente en el enorme magma comunicativo que entrecruza los mensajes de los medios convencionales con el enorme ruido de fondo de las redes sociales. Lo prueba el peso que los gestores de dichas redes están adquiriendo en los equipos técnicos de los partidos. O las amplias repercusiones de fenómenos virales, como el duelo sostenido ayer mismo por el conservador Maroto y el podemista Errejón a propósito de la matanza homófoba de Orlando, o el barullo que tuvo lugar la semana pasada cuando Casado, el dirigente del PP, subió a Twitter un vídeo sobre Venezuela que en realidad había sido registrado en la República del Congo.

En cualquier caso ya pasó el debate. La vida sigue. Antes del 26-J todavía ha de producirse otro momento muy relevante: el referendo británico sobre la UE. Mientras tanto, está por ver si el complicado tema de las alianzas poselectorales se aclara algo más, o no. Rajoy lo tiene claro, Iglesias también, Rivera casi... ¿Y Sánchez?

lunes, 13 de junio de 2016

Cuatro candidatos bajo extrema presión 20160613

Bajo un vendaval de sondeos y augurios, los cuatro candidatos que encabezan las listas de PP, PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos afrontan hoy un jalón decisivo en la campaña: el debate que será emitido por la práctica totalidad de las televisiones. Cada uno de los contendientes tiene como objetivo fundamental no cometer ningún error determinante. Perder a los puntos sería un mal menor cuando todavía van a quedar por delante once días para reparar daños. Claro que el margen de maniobra de los partidos y sus líderes se está estrechando.

El PSOE libra una pelea agónica con Unidos Podemos para impedir que esta coalición le desborde no solo en votos (lo que parece casi seguro) sino en escaños. Ahí, todavía cabe imaginar un empate técnico. A su vez, el supuesto bloque de centroderecha (PP+Ciudadanos) contempla con alarma la posibilidad de quedar desbordados por las izquierdas (PSOE+Unidos Podemos). Desde los ámbitos conservadores se pretende sustituir la habitual geometría ideológica por una dinámica distinta, la de los constitucionalistas frente al rupturismo. Ello supondría que, en su momento, los socialistas se abstuviesen para permitir un gobierno presidido por Mariano Rajoy (¿u otro dirigente conservador?), dejando fuera de juego a Pablo Iglesias y su abigarrada pero crecida tropa. Pedro Sánchez y los suyos niegan rotundamente tal posibilidad, pero tampoco dan por hecha ninguna otra alternativa viable. Los dados ruedan sobre el tapete y la pasión por la política parece sobreponerse al hastío y el desencanto. Las audiencias que convoque esta noche el debate medirán la intensidad del interés de la ciudadanía por la cita del 26-J. 

LAS IZQUIERDAS EMPUJAN

Los sondeos confirman la ventaja de Unidos Podemos sobre el PSOE, pero no está claro si las tendencias de la última semana tienden a reducirla o a incrementarla. En el primer supuesto, Sánchez estaría movilizando el voto socialista oculto. Pero ahora surge otra clave: según la encuesta de GESOP para el Grupo Zeta que hoy publica este diario, las izquierdas estarían a un paso de sumar mayoría absoluta. Con los socialistas más el podemismo por encima de los 170 diputados, el gobierno les quedaría al alcance de la mano. Por otro lado, esa hipotética alianza sería la preferida por el electorado. 

Al otro lado, en el PP suenan las alarmas. Ninguna predicción fundamentada (sea la del CIS o las elaboradas por los principales medios informativos) agrega gran cosa a los magros resultados del 20-D. Es verdad que los conservadores se mantienen como opción más votada, pero pueden  retroceder en número de diputados. Los 130 escaños quedan, de momento, lejos. Y Ciudadanos no recupera. 

En este escenario, complejo y lleno de incertidumbres, las suposiciones,la tensión y los globos sonda serán moneda corriente. Esta misma noche, el debate a cuatro enfrentará a unos candidatos muy presionados, sobre todo Rajoy y Sánchez, que deben templar sus nervios y evitar cualquier desastre. Es preferible ofrecer un perfil bajo a correr mayores riesgos.

CADA CUAL, EN SU MOMENTO

Rajoy llega a esta cita cansado, quizás desconcertado o aburrido. Sus intervenciones abundan cada vez más en frases insustanciales o incluso absurdas. A veces da la sensación de que la noche anterior no ha dormido bien. Su estrategia de sentido común no ha variado desde diciembre: la economía mejora, no es lógico correr riesgos y no tiene sentido poner el país en manos «de quienes provocaron la crisis» (PSOE), «de los radicales que pretenden destruirlo todo y empezar desde cero» (Unidos Podemos) o «de quienes carecen de experiencia en la gestión de asuntos públicos» (Ciudadanos). Sus partidarios confían en la solidez del opositor nato que se convirtió en registrador de la propiedad con solo 23 años. Pero a estas alturas él y su círculo de asesores ya deben haberse dado cuenta de que algo no funciona en el argumentario y la estrategia.

A su vez, Sánchez hace equilibrios sobre la cuerda floja. Se ha doctorado en funambulismo al precio de peinar cada vez más canas. Ha ganado en aplomo y mantiene su tesón de resistente nato. Ya no es aquel maniquí embutido en impecables trajes entallados. Hace campaña en la calle. Y pugna por recuperar votantes mientras prepara el día después, ese 27 de junio en el que no pocos de sus compañeros le estarán esperando con los cuchillos afilados. 

Iglesias... Bueno, el monstruo de las galletas populistas navega con el viento de popa. Casi todo lo que pasa o pueda pasar le va bien. En buena lógica, capitanear una coalición tan variopinta le habría de crear serios problemas. Pero de momento no es así. Tanto Izquierda Unida como las confluencias periféricas o las diversas facciones que integran Podemos se comportan con una increíble disciplina unitarista. Así, el primer candidato, aupado por una brillante mercadotecnia, puede dedicarse a desarrollar su mensaje y su imagen. Dicen que ha usado bótox para difuminar un entrecejo ceñudo. Su vestimenta casual evoluciona mediante adiciones tan simples como una corbata estrecha. Hoy, ante todo, tendrá que reprimir su yo más duro y afilado. 

El que menos agobios debe pasar es Rivera. Sabe que no logrará estirarse más allá de unos límites modestos (quizás un poco más o un poco menos de los 40 diputados que obtuvo el 20-D), pero aspira a tener un papel importante en los futuros pactos. Ha dejado de ser aquel jovencito amable y convencional. Tiene más tablas, aunque quizás menos frescura. El centro se le ha revelado como un espacio no tan amplio como pensaba. A ver cómo se apañan.


domingo, 12 de junio de 2016

Pero... ¿Quién abrió la puerta a Podemos? 20160612

El paisaje sigue repleto de interrogantes, que ya no solo tienen que ver con los resultados sino con otras cuestiones. Por ejemplo quién fue, o no, culpable de haber impedido el pacto tras el 20-D. O cómo y por qué alguien le abrió a Podemos esa puerta por la que ha entrado en la política española cual tremendo vendaval. Ahora, por cierto, todos los demás partidos parecen obsesionados con la coalición que lideran Iglesias, Garzón, Colau y Oltra (entre otros). Ayer, en los telediarios de TVE, Rajoy, Sánchez, Rivera y Homs, el de Convergencia, se relevaban en los espacios de información electoral (siempre según las instrucciones de la Junta Electoral Central) sin hablar de otra cosa que de la maldición podemista. Atraídos como polillas por la luz, todos los portavoces e intelectuales orgánicos del Sistema van y vienen en torno a cada uno de los mensajes provocadores e impactantes que salen de la boca del Coletas. Lakoff, el gran gurú de la comunicación política, les reprendería: "¡No penséis en un bolivariano!".

Repartiendo las culpas

La culpa de que no fuera posible algún tipo de pacto tras el 20-D ha quedado sin atribuir, o en todo caso no ha derivado ni en premio para los que lo intentaron más ni en castigo para quienes lo intentaron menos. PSOE y Ciudadanos fiaban mucho a las recompensas que, en buena lógica, merecía su histórico acuerdo. Pero los sondeos no detectan nada de eso, más bien al contrario. Cabe suponer que la mayoría de los electores valoraban más la firmeza poselectoral de sus líderes que el afán de estos por converger en arreglos de dudoso contenido. De hecho, los partidos, incluido el PSOE de Pedro Sánchez, han dejado de agitar el argumento de los seis meses perdidos. Solo Mariano Rajoy y los suyos insisten en que es urgente cerrar el paréntesis y contar con un gobierno plenamente ejecutivo. Un gobierno del PP, claro.

Otro argumento arrojadizo se refiere a la apabullante presencia de Unidos Podemos en esta partida a cuatro. ¿Quién abrió la puerta a esta pandilla de advenedizos capaces de vender ejemplares de su programa o apelar al patriotismo mientras defienden un referéndum en Cataluña (ayer, multitudinario mitin de Iglesias en Barcelona)? Existen dos respuestas radicalmente contrarias. Una, la del PP y sus correas de transmisión mediática, descarga la culpa sobre el PSOE, incapaz de sustraerse a la mirada fascinante de la cobra. Albiol, el líder conservador catalán, lo ha proclamado expresamente: "Los socialistas han allanado el camino al populismo". Otros conmilitones suyos van más lejos y ven en los podemistas una perversa continuación del zapaterismo bajo distinta marca. Pero hay otro enfoque, de acuerdo con el cual el primer empujón lo dio el mismísimo PP, deseoso de fracturar la izquierda y achicarle espacios al PSOE para acabar con él de manera definitiva. Eso... y las televisiones, capaces de poner en pantalla cualquier cosa o personaje que atraiga audiencia.

Preparando el debate

Hoy, los cabeza de lista empiezan a concentrarse para el debate de mañana. Al encuentro se le da cada vez más importancia. Y se supone que unos y otros han tomado nota de lo que puede pasar embarcando en este tipo de desafíos a alguien que no está bien entrenado o no tiene habilidad retórica. Se va a debatir cuando todos los argumentarios ya están resobados. Sin que pueda predecirse si en el plató montado por la Academia de Televisión la pelea alineará a todos contra Rajoy o, como pasa hasta ahora, todos contra Iglesias. En estos casos, nunca se sabe.

sábado, 11 de junio de 2016

Del cálculo electoral a la paranoia política 20160611

La solución no aparece en los manuales sobre esta especie de guerra incruenta que es la competición política. Ni el chino Sun Zu ni el italiano Maquiavelo ni el prusiano Clausewitz ofrecen una fórmula magistral que permita interpretar los signos y responder con la táctica adecuada. Menos todavía en esta campaña electoral, que siendo la aparente continuación de la de diciembre tiene una atmósfera muy distinta, aunque tal vez desemboque en un resultado similar. Que no lo sabemos.

El problema, ahora mismo, es que los estados mayores de los partidos (no solo de los cuatro que pelean en todas las Españas, sino también de los nacionalistas periféricos) contemplan con aprensión la ecuación electoral, y su laberíntica naturaleza les deja colgados entre el cálculo racional y la pura paranoia. Por eso las encuestas (no digamos la del CIS) producen reacciones encontradas. Por ejemplo: al advertir que el PP anda atascado y el PSOE va para abajo mientras Unidos Podemos gana terreno, ¿no se está enviando al votante conservador o socialista el mensaje de que debe movilizarse, mientras se dopa a los de la lluvia púrpura con un potente chute de triunfalismo? Lo cual también se puede leer a la inversa: ¿alguien quiere acelerar el derrumbamiento del PSOE augurando un sorpasso, para de esta forma desplazar hacia los podemitas el voto útil de la izquierda?

Hay que estar en todo

Sin vallas en las calles, sin grandes mítines, sin caravanas ni merchandising, el acceso a la opinión pública queda fiado en gran medida a los medios (sobre todo a los audiovisuales) y las redes sociales, donde la cosa va que vuela. Por eso la presencia en las televisiones y el manejo de Twitter y Facebook han cobrado enorme importancia. Aunque a veces no lo parece. En la onda del PP y del PSOE, por ejemplo, no pocos se quedaron escamados cuando las representantes de ambos partidos en el debate femenino de Antena 3 (Andrea Levy y Margarita Robles, respectivamente) patinaron de manera evidente, nerviosísimas, desbordadas por las de Unidos Podemos y Ciudadanos (Carolina Bescansa e Inés Arrimadas), sobre todo esta última, cuya telegenia y desparpajo abrumaron a sus rivales. Podían consolarse en Génova y Ferraz, pensando que Arrimadas, al fin y al cabo, ni siquiera se presenta a estas generales. Pero eso no cuenta cuando lo que está en juego es la definición de cada marca electoral. Y un dato más: Supervivientes le ganó el share al citado debate (26,7% frente a un 12,7%). Aun con todo, más de dos millones de personas vieron el show político. Mucha gente.

Los dos partidos tradicionales han de estar muy atentos a cada jugada. La inercia pendular que pasaba el gobierno del uno al otro ya no existe. Tal vez Mariano Rajoy, que ayer se paseó por Santa Pola (la localidad donde tiene su plaza de registrador de la propiedad), sepa algo que los demás ignoramos. Quizás él sí está en el secreto de las cocinas demoscópicas y posee medios para saber que, al final, la prudencia, el miedo o la convicción le proporcionarán los 130 diputados (o más) que necesita para no escenificar un nuevo fracaso. Ha planteado esta cita con las urnas en clave plebiscitaria (por eso aparece en la publicidad junto al lema A favor). ¿Lo tiene todo atado?

Por idéntica regla de tres, el empeño de Pedro Sánchez, recorriendo Móstoles casa por casa y llamando a las puertas para pedir el voto... ¿ofrece la imagen de un candidato trabajador que se mueve a pie de calle y contacta con cada ciudadano en su propio salón?, ¿o achica su porte de futuro presidente del gobierno, reduciéndolo al de un candidato que quema sus últimos cartuchos haciendo cualquier cosa por evitar el desastre?

Andalucía, la gran incógnita

La campaña se agita por el Sur. Como si fuese una especie de territorio fronterizo donde se encuentran y chocan todas las esperanzas y donde confluyen no pocos de los problemas que arrastran los partidos. Es el granero de votos del PSOE, y se supone que la omnipresencia de Susana Díaz garantiza que las cosas van a seguir así. Se verá. Pero mucho más difícil de calcular es el impacto que tienen en el resto de España las apariciones de la presidenta andaluza en los telediarios. ¿Positivo?, ¿negativo?

Tal vez Díaz tenga alguna contraindicación. Pero de momento compite sobre el terreno con el componente anticapitalista (troskista) de Unidos Podemos, cuya combinación de radicalismo retórico, infantilismo político y poesía poligonera rompe todos los esquemas, lo que en teoría beneficia a la jefa socialista. Por no hablar del liderazgo conservador, tan débil e inestable. O de la actuación de Ciudadanos como bisagra capaz de girar según toque a derecha o izquierda. Andalucía tiene muchas lecturas... y asigna muchos escaños. Por eso la cúpula de Unidos Podemos inició ayer su recorrido en Málaga.

En fin, parece que esta es una situación repleta de manías, fobias y supersticiones. A la hora de negociar el debate del lunes, Rajoy se ha empeñado en aparecer en pantalla a la izquierda. En cambio a Pablo Iglesias no le ha importado quedarse a la derecha, con Sánchez y Rivera en el centro. Vale pues. Más extraño y complicado parece eso de que actúen tres moderadores. ¿No acabara siendo aquello un berenjenal?

viernes, 10 de junio de 2016

Ganar o perder es cuestión de 'restos' 20160610

Tras la tormenta electoral de diciembre, la nueva campaña empieza en una playa desolada donde todos pelean por los restos del naufragio. Cada voto cuenta cuando se trata de conseguir escaños apurando el mecanismo matemático que impone la Ley d'Hont. Por eso los partidos se van a concentrar en las circunscripciones donde se prevé un tanteo ajustado. Y ayer, cuando el CIS dio el pistoletazo de salida con un sondeo que profetiza la estabilidad del PP, el avance de Unidos Podemos, el retroceso del PSOE y el estancamiento de Ciudadanos, ese afán por convencer a la ciudadanía entró en una fase aguda, casi agónica. Nadie se fía de lo que pueda pasar. Lógico, porque la demoscopia nunca fue una ciencia exacta y ahora todavía menos (el pasado diciembre, el mismo CIS asignaba a C's 60 diputados). Además quedan dos semanas clave.

Imperturbable, Mariano Rajoy hizo gala de su habitual pachorra para asegurar que un debate entre candidatos, como el previsto para el lunes, no ha de tener mayor repercusión. Bueno... Más le valdrá prepararlo con cuidado.

El PP necesita estirarse hasta los 130 diputados si pretende escenificar algo parecido a una victoria. Seguiría siendo un resultado muy mediocre, lejísimos de la mayoría absoluta y sujeto al albur de los pactos. Pero en el cuartel general de Génova se darían con un canto en los dientes. Rajoy, "estimulado" --declaró-- por los augurios del CIS, sigue convencido de que la España "moderada y responsable" acudirá al reclamo de una campaña polarizada que opondrá sus supuestos logros económicos y su proverbial sentido común al radicalismo de Unidos Podemos. Así, un ligero avance de su partido despejaría el camino hacia la gobernación de España con la ayuda de Ciudadanos y la neutralidad positiva de un Partido Socialista en horas bajas.

Pero es precisamente la extrema polarización lo que parece estar dando alas al tándem Iglesias-Garzón, para desesperación de Pedro Sánchez y de Albert Rivera, que sin embargo se muestran incapaces, sobre todo este último, de olvidarse por un minuto del podemismo. El socialista, manejándose al filo de lo imposible, se ha acreditado como un superviviente nato, un robinsón experimentado capaz de sostenerse en la costa más árida. Ha peleado cada día para llegar al siguiente. Ahora tiene que soportar el viento en contra de un sorpasso que los sondeos anticipan con sádica unanimidad. Si en verdad le vienen mal dadas, ¿qué será de él cuando dentro de su propio partido se produzca el inevitable ajuste de cuentas?

LOS TRUCOS DE PODEMOS

Significados cuadros conservadores lamentan que el PSOE "pueda pasar a ser tercera fuerza" (José Manuel García-Margallo), y al mismo tiempo le piden que rectifique y "deje de imitar a Podemos, abriendo la puerta al diálogo con el PP y a los grandes acuerdos" (Javier Arenas).

¿Imitar el PSOE a Podemos? Más bien es Podemos el que imita al PSOE. Claro que lo hace con un enfoque que rompe las reglas de la comunicación política mediante trucos que unos consideran geniales y otros puro frikismo. Como el programa-catálogo de IKEA, cuyos ejemplares se agotaron en la mañana de ayer tras salir a la venta por 1,80 euros. Rompiendo así los protocolos y extendiendo su mensaje desde la izquierda-izquierda hasta la socialdemocracia 4.0, a los de Iglesias casi todo les viene bien: los denuestos de sus oponentes, las críticas que llegan desde todos los rincones del establishment, las descalificaciones... Incluso sus propios errores y salidas de tono. Rebotado, el secretario de Comunicación de Ciudadanos, Fernando de Páramo, se desespera y clama: "El PP es un chollo para Podemos".

Ayer, el Euskobarómetro certificó asimismo las coloridas perspectivas de Unidos Podemos, que podría convertirse en la primera fuerza de Euskadi, desde donde enviaría al Congreso siete diputados (dos más que los obtenidos el 20-D), desbordando al PNV y dejando muy atrás a EH Bildu, PSE-PSOE y PP.

NADA ESTÁ DECIDIDO

Pero nada está escrito. El PSOE no cede. Ciudadanos todavía intenta convertirse en el pegamento imprescindible para que los partidos constitucionalistas acaben entendiéndose de alguna manera, lo que supondría el establecimiento en torno a Unidos-Podemos y sus convergencias de una especie de cordón sanitario político, como aquel que impidió durante decenios que el Partido Comunista de Italia llegara al poder o el que ha mantenido en una posición secundaria y fuera de las grandes instituciones al Frente Nacional francés de los Le Pen.

La campaña sí cuenta, piensan todos. Los estados mayores de los partidos trabajan para detectar los lugares donde unos cientos o decenas de sufragios decidan el último escaño a repartir. Andalucía va a ser muy visitada por los candidatos. Las provincias que eligen tres o cuatro diputados pueden marcar la diferencia. El signo ideológico de la abstención preocupa. ¿Se quedarán en casa más votantes de derechas o de izquierdas? Porque las predicciones demoscópicas sí están coincidiendo en un detalle importante: los dos bloques tradicionales andan todavía bastante equilibrados, y al final la balanza caerá del lado que más consiga movilizar a su clientela. Eso es lo que piensa el socialista Sánchez, consciente de que debe sacar a los suyos de la apatía y el desánimo. Un partido que alcanzó los once millones de votos, piensa, no puede verse reducido a poco más de la mitad en menos de una década.

La campaña comenzó con más vídeos y mensajes en las redes sociales que auténticas pegadas de carteles. Guste o no, la liza implica cada vez más a creativos, comunity managers y expertos en lenguaje transmedia que a militantes capaces de ir puerta por puerta motivando el voto. Aunque tal vez sean estos últimos los que decidan esos ansiados restos.

jueves, 9 de junio de 2016

Cataluña (y lo demás) en clave de comedia 20160609

Aunque el nacionalismo catalán separatista y el nacionalismo español centralista se han esforzado en dar a su pelea un enfoque trágico y solemne (compartiendo los argumentos en una retroalimentación realmente curiosa), la puesta en escena deriva sin remedio en pura comedia, un sainete surrealista y casi lisérgico. El empeño de Junts pel Sí en obtener la independencia tan ricamente, organizando la ruptura al estilo de un divorcio amistoso, es puro delirio. ¿Y qué decir de las aspiraciones anticapitalistas y superalternativas de la CUP, dispuesta a convertir el soberanismo en instrumento revolucionario? La colisión de ambas vías hacia la llibertat estaba cantada, y vuelve a probar la naturaleza no democrática de un procés que nació sin respaldo popular suficiente, sin una vía política clara, sin instrumentos instituidos y sin nada de lo que ha de tener el nacimiento de una nación-estado. Si no fuese por el afán (contrario aunque concurrente) del españolismo radical, el conflicto catalán podía y debía haberse desactivado hace tiempo. Con un referéndum en condiciones que pusiera las cosas en su sitio, por supuesto. Pero también con un nuevo pacto constitucional que federalice España y zanje la polémica territorial. Que ya hiede.

Dudo que podamos poner fin al teatrillo. La mayoría de las fuerzas políticas catalanas está por seguir distrayendo al respetable con proyectos para convertir su país bien en un bonito paraíso fiscal, bien en una especie de Marinaleda a lo grande y guapo. En el resto de España, tampoco será fácil que alguien se ponga serio. Menos aún si el Partido Socialista del Sur sigue imponiendo sus resabios antiperiféricos al Partido Socialista del Norte, y el derecho a decidir acojona de tal manera a jefas y jefes, incapaces de resolver nada pero dispuestos a embarullarlo todo (aún más, quiero decir).

Encima, ahora estamos discutiendo qué es y qué no es la socialdemocracia... ¿y el liberalismo?, ¿y el populismo?, ¿y el quincemayismo? y ¿el sexo de los ángeles? en fin... De todo esto ya habrá ocasión de hablar durante la campaña, a cuya crónica diaria me mudo desde ahora. Ahí nos vemos. 

miércoles, 8 de junio de 2016

Desde Bruselas vigilan y advierten 20160608

La alta burocracia europea está integrada por un puñado de señoras y señores que proceden a partes iguales de la política y de las grandes compañías privadas, aunque uno nunca sabe dónde acaba lo uno y empieza lo otro, pues las puertas giratorias llevan hoy a un directivo del Deutsche Bank al staff ejecutivo del Banco Central Europeo, y mañana conducen a un excomisario de la UE a cualquier consejo de administración de algún superhólding. Las élites se han globalizado, transversalizado y enriquecido, y todavía piensan llevar aún más lejos tales acciones (sobre todo la de pillar pasta, que no lo hacen solo por el dinero en sí, sino porque los millones son un puro y luminoso factor de poder y estatus). El caso es que estas gentes, acuarteladas en Bruselas, vigilan estrechamente lo que ocurre en España, mientras discuten entre ellos cómo apretarnos (más) las tabas. De momento, planea sobre nuestras cabezas una multa de 2.000 millones de euros por incumplir el déficit, y un ajuste presupuestario que se evalúa en 8.000, 10.000 o incluso 20.000 millones. A ver de dónde.

Pero, claro, los jefazos del Consejo de Europa, el Banco Central y el jodido Eurogrupo no las tienen todas consigo. Supongan ustedes que el 26-J el electorado hispánico se deja llevar por las ganas y vota raro. Entonces, aquellos próceres harán ejecutiva de inmediato la multa que retienen (para disgusto de Alemania que no admite bromas en estos temas), ordenarán reducir y frenar en seco la financiación de nuestros bancos y la compra de deuda, exigirán el fin definitivo de cualquier alegría presupuestaria y negarán que nuestros ricos (ese medio millón de contribuyentes que ya apenas tributa) deban ponerse al día ni ser objeto de presión fiscal alguna. Es lo que se llama hacerte un griego.

Me gustaría saber qué opinan de esto los candidatos a presidir en el futuro nuestro gobierno. Pero Rajoy solo habla de bajar impuestos (¿?), Sánchez promete lo que no puede dar, Iglesias pretende someter al monstruo con discursos y Rivera pone cara de buen chico. Desde Bruselas, el Gran Hermano vigila y afila el cuchillo. 

martes, 7 de junio de 2016

... Y además, un gafe monumental 20160607

La resaca del fin de semana cubrió el lunes de agonía futbolera. Ni la homilía del profesor Gabilondo en su visita a la capital aragonesa, ni la omnipresencia televisiva de Iglesias en la tarde del domingo, ni la patética soledad de Sánchez, ni el aniversario siempre polémico de los ayuntamientos del cambio... nada pudo atenuar, desplazar o sustituir a la meganoticia del sábado: la derrota del Real Zaragoza en Palamós, el 6-2 de la vergüenza, la certificación del absoluto declive de un club al que se consideraba histórico, la ruina patatera. Y su impacto se extendió mucho más allá de los círculos de aficionados impenitentes, que han sido capaces de seguir yendo los domingos a La Romareda a sufrir sin remedio. Ahora, mogollón de personas se suben por las paredes, argumentando que la quinta ciudad de España no puede quedarse sin un equipo de Primera, copero, peleón y capaz de vender ciudad en los grandes estadios de España y el resto de Europa. 

De esta forma, el debate político cambió de enfoque. Lo del 26-J entró en stand by y el personal se puso a discutir si la culpa de la paliza a manos del Llagostera es del PSOE comandado por el Marcelinato agapitero (que trajo la maldición con aquel vendaval de patrañas, corrupción y fracasos), de la señorial Fundación (que lleva ya dos temporadas gestionando el equipo con más pena que gloria)... o del Ayuntamiento de los ZeC (que osa mantener en el congelador el plan para reconvertir la municipal Romareda en un negocio inmobiliario a mayor beneficio, naturalmente, de los propietarios del Real Zaragoza SAD). De hecho, el presidente de dicha sociedad, Christian Lapetra, se dejó caer por ahí, colgando en el tejado del alcalde Santisteve la pelota que sus jugadores no habían sabido meter donde debían. Claro: más vale plusvalía urbanística en mano que éxito deportivo volando.

En realidad, el Zaragoza sólo es el símbolo de este Aragón de los asuntos público-privados o privado-públicos, esta Tierra Noble oficial u oficiosa donde la eficiencia no existe, la inteligencia desapareció hace mucho, la autoestima es virtual... Y además arrastra un tremendísimo gafe. 

lunes, 6 de junio de 2016

¿Qué pasará en el PSOE el 27-D? 20160606

En una cosa tiene razón Rajoy: los partidos están obligados a definir con precisión su política de alianzas para después del 26-D. Él lo dice para comprometer a Ciudadanos y al PSOE, claro. Pero en realidad su exigencia es pertinente. Ya lo era antes del 20-D, cuando los sondeos, clavasen o no los resultados, sí ponían sobre la mesa el hecho indudable de que las mayorías absolutas se han acabado por mucho tiempo. Decir que se sale a ganar, negar las evidencias demoscópicas o pretender que hasta después de la cita con las urnas no cabe suponer nada fue y es una chorrada.

Metidos en harina, el PP solo acepta... mantener la política que lleva haciendo desde hace cuatro años y medio. Rajoy aspira con algún fundamento a mejorar, siquiera sea ligeramente, los resultados de diciembre, lo cual le permitiría mantenerse en el machito. A los conservadores se les ve venir, lo mismo que a Ciudadanos (dispuestos a doblarse como una buena bisagra) o a Unidos Podemos (que mantiene su apuesta por un gobierno de izquierdas). ¿Y el PSOE?

Los socialistas están en un buen lío. Pedro Sánchez apenas puede aspirar a repetir resultados y evitar el sorpasso por parte de UP's. Ha dicho que no impedirá gobernar a quien más diputados agrupe en torno suyo. Pero tampoco aceptará un ejecutivo conservador. ¿Entonces? Tras la jornada electoral todo dependerá de la combinatoria resultante, claro. Pero si Albert Rivera (que ya no pone como condición la retirada de Rajoy) llega a un acuerdo con el PP para crear un frente antipodemista, ¿qué hará el líder socialista? Y todavía cabe una incógnita superior: ¿seguirá siendo el líder si el 26-J se le tuerce, aunque sea un poco?

¿Qué pasará el día después? ¿Cómo lo superará un PSOE dividido entre el Partido del Sur y el Partido del Norte (con Aragón a mitad de camino) y desde el cual hoy se dice una cosa y mañana otra? El socialismo español ha de ofrecer respuestas que, dadas por Susana Díaz o Emiliano García Page, suenan completamente diferentes a si proceden de Ximo Puig o Miquel Iceta. Podemos, en realidad, no hace sino agudizar la contradicción. 

viernes, 3 de junio de 2016

Caudé: ¿mantenimiento... o desguace? 20160603

Comprendo el interés que existe en el Pignatelli por ver despegar la utilización del aeródromo de Caudé, donde los aragoneses hemos metido más de 40 millones. De hecho, tras años de zozobras y disimulos, la cosa sí que se mueve. Cada vez hay más aviones (durante meses fueron solo dos o tres), lo cual debe alegrarnos a quienes pagamos el proyecto. Incluso aquí, un servidor, si tiene que cantar la gallina y reconocer que esto va mejor de lo previsible, lo hará sin duda alguna. Pero eso sí, vamos a ver si sabemos qué se hace en el aeródromo turolense y qué no.

Porque en un principio se dijo que en Caudé habría un centro de mantenimiento y reparación de aeronaves (empleos cualificados, tecnología y tal). Sin embargo, la oposición y algunas organizaciones de la sociedad civil turolense barajaron la posibilidad de que, en realidad, se estuviera poniendo alfombra roja (de plata más bien) a un simple cementerio de aviones, un desguace de los aparatos descartados por las líneas aéreas, a los que se extraerían las piezas que todavía tuviesen algún valor, y lo demás... ¿se reciclaría?

Las últimas noticias sobre Caudé, además de mantener el tono triunfal propio de estos casos, abonan la tesis de que allí habrá un desguace en toda regla. Cuidadín. Es obvio que cuando en algún lugar de España se monta algo dedicado al reciclaje extensivo o a cualquier actividad industrial dura, las peores sospechas están justificadas. No hace falta remitirse a las gomas de Seseña (caso extremo donde los haya) ni siquiera al más próximo de Inquinosa, la Química de Zaragoza o Tudor... Basta con imaginar que el aeródromo turolense sea la tumba de unos enormes artefactos, bastantes de cuyos componentes contaminan cantidad o no es nada fácil hacerlos desaparecer. ¿Tendremos garantizado un control administrativo que evite cualquier desenlace desastroso? En el caso del Gobierno aragonés, ¿se impondrá su deber inspector y su celo medioambientalista a las ganas que tiene de proclamar que lo de Caudé no ha sido una pifia más?

Simples dudas razonables. 

jueves, 2 de junio de 2016

Otra jornada gloriosa (y van...) 20160602

La de ayer fue una jornada gloriosa. Otra. No es que sucedieran cosas inesperadas, porque el procesamiento de los socialistas Chaves y Griñán estaba cantado (la carga de prueba era demoledora). Tampoco nos vino de nuevas la presunta aunque inaudita sinvergonzonería de los conservadores Granados y Marjaliza, recaudadores de Aguirre, que barrían p'a su bolsillo millones, obras de arte, joyas y miuras disecados. Ni siquiera sorprendió la pedrada que le caerá al erario aragonés (3.3 millones de euros), por la gracia de aquel dúo destroyer, Rudi&Oliván, que paró la construcción del hospital de Teruel alegando no sé que cuentos telúricos. Ahora habrá que indemnizar a la empresa contratista con la hermosa cantidad antes citada. Novedades de tal jaez son cosa habitual en la bendita España gobernada sucesivamente por dos partidos que nos garantizan la seriedad y el recambio razonable, pero tienen envirutados, entre otros centenares de cargos y carguetes, a sus últimos presidentes federales (caso del PSOE) o a todos sus tesoreros (caso del PP).

Pero lo que dio brillo a los informativos del día fueron las reacciones de las partes implicadas. Los portavoces respectivos en el Congreso, el Hernando pepero (con su habitual cara de asco) y el Hernando sociata (con su peculiar sonrisa mefistofélica), estiraron el y tú más hasta límites prodigiosos. Como si estuviesen desarrollando su show retórico ante un público definitivamente idiotizado por esa ficción según la cual las mismas organizaciones minadas por la corrupción están llamadas a regenerar el país.

En Aragón tuvimos nuestra propia versión del descojone. Cuando a los del PP les reprocharon la broma turolense y los tres kilates y pico que costará no hacer el hospital, replicaron sacando a colación los verbos irregulares de Plaza y la remojada que protagonizó allí el PSOE. Cabe suponer que una y otra fuerza política (aquí y en toda la piel de toro) pretende apoyarse en aquellos de sus seguidores que solo se duelen cuando roban los contrarios... pero disfrutan si los propios les meten la mano al bolsillo.

Sí, nos creen idiotas perdidos. 

miércoles, 1 de junio de 2016

¡Esto no pasa en ninguna parte! 20160601

Pues sí, sí que pasa. Esas exclamaciones de la gente bien (o de la gente mal), afirmando que en España ocurren cosas impensables en otros países de nuestro entorno, no suelen tener fundamento. Salvo, quizás, en lo que se refiere a la corrupción, porque en el resto de Europa e incluso en Estados Unidos hay, ante todo, una opinión pública más exigente. Es la clave. En los papeles de Panamá han aparecido empresarios y políticos de España, de Reino Unido o de Islandia. Puertas giratorias existen en todo el planeta. Exmandatarios metidos en asuntos feos, también. No crean que Felipe González o José María Aznar son los primeros que promueven negocios ante dictadores o genocidas (de traca lo del ¿socialista? en Sudán). Eso sí, por ahí fuera el personal se toma estas cosas más a pecho que aquí. En un ámbito civilizado y democrático, Mariano Rajoy o Susana Díaz no se hubiesen sostenido en sus cargos tras saberse hasta qué punto han estado rodeados de prevaricaciones, manejo de dinero B o malversaciones de caudales públicos.

España no es el país más descentralizado del mundo ni el único donde se producen tensiones entre territorios. En Alemania, Baviera y Carintia son estados libres asociados y la pugna entre norte y sur es algo habitual. En EEUU, cada estado se maneja con un código penal distinto (pero muy distinto). Y ya saben lo que sucedió en Gran Bretaña con Escocia.

Donde reina la libertad de expresión, vejar la bandera nacional no es delito. El Supremo USA lo certificó así, exonerando a quienes prenden fuego a las barras y las estrellas. La misma apertura implica que las filtraciones relativas a la situación fiscal de uno u otro ciudadano (como aquella que enfrentó a Montoro con Aznar) no tendrían sentido en Noruega, donde las declaraciones de todos, ricos y pobres, están visibles en la web de Hacienda.

No somos, ni de lejos, el único estado europeo donde puede no gobernar el partido más votado. Y desde que la reina Isabel II y el Príncipe de Gales, estrecharon la mano de Gerry Adams, ver a un exterrorista en las instituciones no resulta excepcional.

En todas partes cuecen habas.