Ya perdonarán si, tras comentar el discurso inicial de Rudi me
ausenté descaradamente del debate sobre el estado de la Comunidad
celebrado la semana pasada. No fue por desprecio hacia la oposición, que
a la postre puso la única nota de interés en la consabida liturgia
parlamentaria, sino porque todo ese toma y daca me parece irrelevante.
Nada sustancial se decide ya en el Pignatelli y menos aún en La
Aljafería. La presidenta por la gracia de Biel resumió en frías y
secas cifras la supuesta actividad parlamentaria de su Ejecutivo:
tantas comparecencias, tantas respuestas por escrito, tantas horas de
bla-bla-bla. Así tapó con los números el vacío que reina en el juego
institucional de la Tierra Noble.
Si en estos tiempos hay que
actuar a escala local pero pensar en clave global, la política
estrictamente aragonesa pasa a ser un factor perfectamente secundario.
La opinión pública lo tiene claro. Dudo mucho que el último debate en
nuestras Cortes fuese seguido diariamente por quienes no tuviesen algún
interés específico (por motivos profesionales o similar) en el asunto.
Desde luego, si alguien se metió entre pecho espalda el discurso de la
presidenta (sin ser de la cuerda, cargo público, fontanero o
periodista) habrá que darle una medalla. ¡Pero si la propia Luisa
Fernanda parecía estar a punto de dejar los papeles sobre el atril y
salir corriendo hacia la playa!
Con lo de Bárcenas en pleno auge, Rubalcaba
desandando el camino del pacto para amagar moción de censura, la
política europea condicionada por las próximas elecciones en Alemania y
la economía (de España y la UE) mejorando... su capacidad de empeorar,
las resoluciones adoptadas el viernes en el hemiciclo aragonés suenan
cual zumbido de moscas en los oídos de las personas avisadas.
Siento de verdad estar tan escéptico. No se lo tomen como algo personal.
Si yo fuese un periodista catalán tal vez estaría más dispuesto a
cocerme en mi propia salsa. Pero tendría que escribir sobre la
financiación ilegal de Convergencia, que viene a ser la versión
soberanista del barcenazo. Y luego dirán Mas y los otros que aquello no es España. ¡Ja!
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