Una vez que el Supremo ha declarado ilegal el embalse de Mularroya,
la obsesión por los pantanos debería serenarse un poco. Pero sigue ahí,
incandescente, porque los embalses (así, en genérico y sin más distingos
ni matices) están incrustados en el imaginario aragonés y no existe
barbaridad, despilfarro, atropello o fracaso capaz de poner en cuestión
una política de aguas absurda y anacrónica.
Mularroya es un
proyecto que ha ido acumulando sentencias desfavorables desde hace ocho
años. ¡Ocho años de viaje desde el Tribunal Superior de Justicia de
Aragón hasta el Supremo! Y sin embargo las obras comenzaron, han
consumido un número de millones indeterminado y ahora deberán ser
paralizadas. Si esto no revela incompetencia, que vengan los dioses y lo
vean. Y mientras, como avisé el domingo, los trabajos para el
recrecimiento de Yesa siguen patinando sobre las malditas laderas que se
deslizan (bueno, que empezaron a deslizarse en cuanto las excavadoras
les metieron hierro), por no hablar de las filtraciones que se producen
en los estribos de la vieja presa y que tienen acojonada a toda la
vecindad.
Es fácil entender que la Confederación Hidrográfica del
Ebro, cuyos responsables han traducido sistemáticamente los impulsos e
intereses de los partidos dominantes (o subdominantes, que el actual
baranda viene del PAR), tiene como objetivo primordial salvar como sea
el malfallado Mularroya (presupuesto: más de ciento cincuenta millones),
el insensato recrecimiento de Yesa (gasto actualizado: más de
trescientos millones) y todo el Pacto del Agua, que fue el más
descomunal malentendido habido nunca en esta tierra de malentendidos que
es Aragón. Así, los últimos embalses construidos (y sus trasvases y sus
bombeos) se erigen hoy como magníficos pufos: El Val, San Salvador,
Lechago... Montearagón lleva años sin poder hacer la prueba de carga. En
algunos casos, los costes han sido y son tan desorbitados que los
posibles regantes dan un paso atrás o argumentan (con razón) que les
saldría mejor utilizar agua mineral Perrier.
Y luego dirán que hay crisis.
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