Me preguntaron en Radio Huesca qué pensaba sobre la última oleada
del CIS, en la que los periodistas aparecemos como la profesión peor
valorada, y hube de enredarme en una prolija explicación porque la
situación (que me jode cantidad) ha de tener forzosamente causas
complejas y convergentes. Confieso que este mazazo demoscópico no me ha
cogido por sorpresa. Desde hace tiempo, buena parte de los medios han
abandonado su teórica posición inicial, la de actuar como un contrapoder
capaz de detectar y denunciar los fallos del sistema, para integrarse
en el sistema mismo mediante acuerdos implícitos o explícitos con
poderes institucionales o fácticos. Así que ahora formamos parte de la
comparsa. Y, claro, la opinión pública nos ha situado en línea con los
demás oficios problemáticos. Ya se sabe: los políticos,
corruptos; los banqueros, ladrones; los curas, pederastas; los jueces,
venales... y los periodistas, mentirosos y vendidos. Simplifica, que
algo queda.
A veces, el periodismo (incluso el más serio)
ha establecido perversas líneas de comunicación con los políticos porque
estos concedían exclusivas, licencias y frecuencias de radio o
televisión, amén de publicidad institucional. Por parecidos motivos, la
relación con los poderes económicos ha sido intensa y a menudo
inapropiada. Existen hoy grandes anunciantes que aún son intocables pese
a sus malas prácticas empresariales, cuando ya hasta la Monarquía está
sometida al pim-pam-pum. Luego tenemos el problema de la confusión entre
información y espectáculo. Y además el guirigay de internet (donde todo
vale, desde lo mejor a lo peor) o la crisis que ha diezmado las
redacciones. Por último, aunque hagamos bien nuestro trabajo, los
periodistas estamos sujetos a la confusión entre mensajero y mensaje, y
hace tiempo que no comunicamos precisamente mensajes bonitos ni fáciles
de entender.
¿La solución? Recuperar la posición crítica, la
conexión con la ciudadanía, la voluntad de ir al fondo de los hechos.
Ser los perros guardianes de las instituciones democráticas... ¡Ah! Y
ejercer con talento.
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