miércoles, 6 de marzo de 2013

Sin complejos y con la jeta bien dura 20130306

La corrupción existió siempre, oculta entre los bastidores del poder. Ni es esta la primera vez que los políticos españoles roban (el franquismo saqueó el país con el boletín oficial en la mano) ni la actual curia romana desmerece (en cuanto a oscuros manejos) de la que hubo en la Edad Media o el Renacimiento. Ocurre sin embargo que en la España de hoy los tejemanejes de las élites han sido revelados a una sociedad habituada a conocer la realidad de tapadillo o como un arcano innombrable, pero no a tenerla ante los ojos en cada telediario: evidente, rotunda y bien guarra. Tremendo.

Los analistas echan manos de los referentes históricos: la vieja y rapaz república romana, el Renacimiento político teorizado por Maquiavelo, o las sombras que rodearon acontecimientos más recientes, como el pacto de Munich que entregó a Hitler Checoslovaquia (y a Franco, España) o el posterior pacto entre el dictador nazi y Stalin. Pero al personal tampoco hay que leerle la lección. De hecho si la revelación de los papeles de Wikileaks causó menos sensación de la prevista es porque la opinión pública ya tenía asumido que la política exterior de EEUU es intervencionista, depredadora y, en última instancia, criminal. Cuando todo eso se vio documentado, muchas personas lo leyeron, asintieron y apenas se conmovieron.

Lo que sí representa una novedad es la desvergüenza, la naturalidad e incluso el exhibicionismo con el que hoy nos enfrentan los caraduras que rigen nuestros destinos. Justo cuando los medios de comunicación electrónicos llegan a todas partes y la avidez por espectáculos extraídos directamente de la realidad promueve entre las masas un morbo desbocado, tesoreros de grandes partidos, ministras, exministros, banqueros, directivos de grandes compañías, intermediarios (o intermediarias, aunque sean rubias), cardenales y todo tipo de celebrities del sistema se nos encaran altaneros y nos dicen: sí, os estamos robando... ¿Y qué? Ese Bárcenas enérgico, retador e indiferente es el símbolo de una nueva especie de aprovechateguis que ni disimulan ni se avergüenzan. Sin complejos. 

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