viernes, 15 de marzo de 2013

Marco, Rajoy y la víbora en El Paraíso 20130315

Sigo en Huesca, rodeado de periodistas. Así es como he oído a Alberto Salcedo, magistral cronista colombiano, relatar un suceso que demuestra cómo la realidad puede ser mágica tal cual. El asunto fue como sigue: existía a orillas del Caribe un motel que acogía parejas de enamorados, y allí fueron unos novios en busca de intimidad. Mientras se acariciaban o dormían, una víbora mordió a los dos, que quedaron muertos sobre el mismo lecho. Aquel establecimiento se llamaba... El Paraíso.

El destino, sí, juega con nosotros y encadena los acontecimientos de manera extraña, o al menos sugestiva. También aquí, en la tierra Noble. No sé si habrán reparado en que muy poco después de que falleciese el expresidente de Aragón Emilio Eiroa su contrafigura histórica, el que le sustituyó en el trono del Pignatelli tras una horrenda moción de censura, José Marco, ha sido condenado a dos años de cárcel por defraudar al fisco. Qué perturbador paralelismo, ¿no?

Abriendo el foco hasta abarcar España entera, resulta que apenas acababa Mariano Rajoy de advertir inmisericorde que la dación en pago de los pisos comprados a crédito es un imposible, la justicia europea ha declarado que la ley hipotecaria española vulnera los derechos de los consumidores. No vean lo oportuno y certero que es nuestro presi. Las clava todas. O quizás le pierde su amor a la banca.

Justicia divina, casualidades bordes. El caso es que la actualidad plantea acertijos indescifrables. Guindos enciende cerillas en la oscuridad del túnel y asegura que la débil luz del fósforo es la salida del agujero. Mientras, los especialistas en macroeconomía se preguntan de qué forma podrá España pagar su inmensa deuda privada (aunque cada vez más pública). Yo tengo una idea: llamar a los grandes acreedores extranjeros que vinieron con su pasta a beneficiarse de la burbuja inmobiliaria. Recordarles que el globo estalló. Y como no tenemos pasta, ofrecerles la misma dación en pago. Hay cientos de miles de viviendas sin vender y cientos de hectáreas recalificadas. Que vengan... y se sirvan. ¿Realismo mágico? 

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