Ahora el déficit público lo vamos a manejar descontando el rescate
bancario (33.000 millones del ala). Así sale un 6,7% (el dato de Rajoy)
en vez de un 10% (el dato de verdad). Por la misma regla de tres se
podría adelgazar aún más la cifra quitándole el gasto sanitario o el que
suponen las pensiones o cualquier otra partida que interese. Pero sería
demagógico, ¿verdad?
España va bien, o casi, según el mensaje
oficial. Las estadísticas que anteayer nos espantaban hoy nos sonríen
hechas puro almíbar. Ya amanece. Y yo me alegro... aunque no me lo crea.
Si en 2012, primer año de Rajoy, la deuda pública creció como nunca en
la vida (casi 150.000 millones), no entiendo el buen rollito que nos
gastamos últimamente a sugerencia de la autoridad. Si la prima de riesgo
oscila entre los trescientos cincuenta y los cuatrocientos puntos
básicos, no sé a que viene la euforia que difunden las fuentes
gubernamentales. Si pagamos intereses altísimos al tiempo que perdemos
ingresos y estamos varados en la recesión, ¿a qué viene eso de que se
acabaron los recortes por siempre jamás?
Es curioso: cuando nos
cayó encima la crisis en el 2007, la deuda pública española estaba por
debajo de la alemana y era una de las más discretas y sostenibles de
Europa. Pero la deuda privada, hinchada a la par que la burbuja
inmobiliaria, era descomunal. Ahí empezó todo. De lo cual se deduce que
el desastre no fue causado por el despilfarro de los políticos (aunque
fue enorme) sino por la rapiña de banqueros, de los
promotores-constructores y de los mercados financieros que
acudieron aquí a pillar cacho mediante inversiones de riesgo. Ese
tremebundo débito privado nos lo estamos comiendo con patatas. España
paga sin remedio, rescata bancos, rescata autopistas de peaje,
subvenciona la industria del automóvil y garantiza el cobro a los
acreedores mediante una reforma ad hoc de la Constitución.
Así que la deuda privada se hace pública (y ésta hay que pagarla a
precio de oro). Anda ya por el ochenta y tantos por ciento del PIB, y en
uno o dos años superará la media europea. Amanece, pues, pero nublado.
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