jueves, 28 de marzo de 2013

No hay jardines secretos en Mogador 20130328

Una amiga me dejó el libro Los jardines secretos de Mogador, del mejicano Alberto Ruy Sánchez. El ejemplar estaba dedicado y firmado por el autor (fue premio Cálamo en 2003) y lo leí con avidez, aunque no fuese el tipo de novela intensa y épica que a mí me gusta (en realidad es un relato muy poético e íntimo). Pero Mogador puso escenario a una pequeña parte de mi vida y deseaba volver allí una vez más.



Mogador es Essaouira, la pétrea y amurallada ciudad marroquí que se asoma al ventoso Atlántico al final de una ruta que alcanza el mar desde Marrakech. Según las leyendas, fue construida por un arquitecto francés, esclavo del sultán, cuya obra satisfizo tanto al soberano que mandó cegar al artífice para que jamás pudiera repetirla (aunque creo que este suceso sólo es un eco de otros que también involucraron a reyes tiránicos y arquitectos geniales). A finales de los Setenta, cuando llegué por vez primera a Mogador-Essaouira, por allí sólo recalaban hippies y mochileros, viajeros que buscaban lugares exóticos y maduros gays europeos a la búsqueda de jóvenes novios magrebíes. Todos andábamos revueltos en el café de la plaza, en los chiringuitos del puerto o mirando las olas desde la ancha batería de la muralla marítima, provista aún de decenas de enormes y viejos cañones navales fundidos en las atarazanas de Barcelona en el siglo XVIII.

Essaouira es preciosa. Si no la conocen y quieren hacerse una idea, vean la foto que cuelga a la derecha en la entrada al bar Kabul, en Fernando el Católico. En este lugar nos perdemos algunas noches mi cuñado José Luis El Negro Martínez y yo mismo, para pasar las horas oyendo blues-rock y hablando de viajes con Javier Clos, el dueño, que es además un fotógrafo excepcional (como prueba esa extraordinaria imagen de la misteriosa Mogador que les invito a ver).

Tal vez mi amiga me dejó su libro para motivar mi fantasía. O con la intención de usarlo como instrumento de seducción. Y yo, que me asomo hoy al espejo para ver con incredulidad la cara de un sexagenario, sé que en Mogador no hay jardines secretos... Pero su búsqueda aún merece la pena.

No hay comentarios:

Publicar un comentario