Que los medios informativos hayan dedicado primeras páginas,
titulares y aperturas a lluvias y nevadas es razonable hasta cierto
punto, porque en algunos casos hacía decenios que no se veían por aquí
fenómenos semejantes. Los de la contra aprovechan para
increparnos a quienes advertimos del cambio climático. Qué --nos
dicen--, así que ya no llueve ni nieva ni se puede esquiar ni se llenan
los pantanos, ¿eh?. Y replicarles resulta muy costoso porque una
característica de la sociedad actual es la cortedad de su memoria, de
tal forma que muchas personas se forman opiniones que podríamos
denominar estratégicas a partir de sucesos puntuales. Es decir, hay
gente que ve un nevadón como los de estos últimos días y da por zanjado
el tema del calentamiento. ¿Dónde está el calentamiento, te requieren,
si tenemos cerradas tres carreteras secundarias y hay que usar cadenas
en una nacional?
Por supuesto la lectura de la información
meteorológica se ha convertido también en un ejercicio de
intencionalidad política. Los partidarios de seguir invirtiendo en el negocio de la nieve el dinero que recortamos a la sanidad o la educación ponen de manifiesto la abundancia (este año) del oro blanco
y claman por el enlace de las estaciones de Formigal, Astún y Candanchú
mediante un telecabina por Canal Roya. Los partidarios de hacer más
pantanos y ampliar los ya existentes secundan la moción y reclaman
embalses para recoger el agua, tan abundante ahora. El frío y la nieve
en las montañas, el abundante caudal del Ebro se convierten en
argumentos de peso para sostener los estereotipos habituales. Tontos
debemos ser quienes aún insistimos en que esos lugares comunes carecen
de toda lógica y no tienen futuro.
Lo cierto es que el alboroto
formado por cuatro borrascas invernales sucesivas, si algo demuestra es
el carácter excepcional de tales fenómenos. Que llueve y nieva mucho
menos lo evidencia la zaragata armada ante un eventual retorno a lo que
hace sólo cuarenta años era la normalidad. Tenemos un invierno
extraordinario porque nos ha devuelto a situaciones de hace medio siglo.
Y por supuesto la circunstancia no se contradice, ni mucho menos, con
el hecho de que estableciendo promedios de los dos últimos decenios,
llueve cada vez menos, nieva cada vez menos y la temperatura media anual
no deja de subir.
Hay que repensar todo lo relativo a la nieve
(lo del telecabina por Canal Roya es, se diga lo que se diga, un
ridículo brindis al sol) y a la regulación de los ríos. No tiene sentido
invertir cientos de millones que no tenemos para mantener una apuesta
que ya sólo cuadra un año en cada decenio. ¿O también se nos ha helado
el sentido común?
JOSÉ LUIS Trasobares 03/03/2013
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