miércoles, 27 de marzo de 2013

Griñan y Rubalcaba suenan a hueco 20130327

La posibilidad de que Griñán (y antes Chaves) ignorase el mamoneo que se gastaban sus subordinados con la pasta destinada a subvencionar EREs y a promocionar el empleo es remotísima. La de que Rubalcaba no supiera qué se estaba cociendo en Andalucía, granero electoral del PSOE, se me hace inconcebible. El problema de fondo en los episodios de corrupción que salen a la luz y que afectan a socialistas no es ya (contrariamente a lo que se pretende dar a entender) el resultado de acciones individuales o de pequeños grupos de cuadros y cargos descarriados, sino la consecuencia de un estado general de pérdida de valores en el que han participado por acción u omisión los más altos dirigentes. En realidad, desde que Juan Guerra se puso despacho en el Gobierno Civil de Sevilla e inicio allí sus cambalaches sin mayor disimulo, las cosas empezaron a rodar cuesta abajo.

El desfile de cargos camino de los Juzgados (o de la trena) origina al PSOE un descrédito mayor y unas peores consecuencias electorales que las mismas (o peores) circunstancias causan al PP. La socialdemocracia española tenía (y empleo el pasado con toda intención) la vocación y la obligación de ser alternativa a la derecha defendiendo con honestidad los intereses mayoritarios. Roto ese principio, la función política del partido fundado por Pablo Iglesias desaparece.

Los argumentos de Griñán (o de Rubalcaba) suenan a hueco, porque aquí no hay explicación que valga si antes no se depura el partido y su presencia institucional, se abren investigaciones, se expulsa... y se dimite. La hora de los arrepentimientos y el "esto no volverá suceder" pasó. Tal vez los gonzálezpons de turno puedan refugiarse tras su cara dura; los socialistas, no.

Pero escucha, dicen algunos, como en el PSOE empiecen a limpiar... tendrán que desalojarlo todo, desde la Secretaría General y la Ejecutiva hasta un mogollón de agrupaciones. ¡Eso equivale a desmantelar el partido! Pues mira, sí. Ésa parece ser la única salida. Y si no se impone desde dentro por algún impensable milagro, se producirá en todo caso por mera reacción (más bien hastío) social. 

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