La posibilidad de que Griñán (y antes Chaves) ignorase
el mamoneo que se gastaban sus subordinados con la pasta destinada a
subvencionar EREs y a promocionar el empleo es remotísima. La de que Rubalcaba
no supiera qué se estaba cociendo en Andalucía, granero electoral del
PSOE, se me hace inconcebible. El problema de fondo en los episodios de
corrupción que salen a la luz y que afectan a socialistas no es ya
(contrariamente a lo que se pretende dar a entender) el resultado de
acciones individuales o de pequeños grupos de cuadros y cargos
descarriados, sino la consecuencia de un estado general de pérdida de
valores en el que han participado por acción u omisión los más altos
dirigentes. En realidad, desde que Juan Guerra se puso despacho
en el Gobierno Civil de Sevilla e inicio allí sus cambalaches sin mayor
disimulo, las cosas empezaron a rodar cuesta abajo.
El desfile de
cargos camino de los Juzgados (o de la trena) origina al PSOE un
descrédito mayor y unas peores consecuencias electorales que las mismas
(o peores) circunstancias causan al PP. La socialdemocracia española
tenía (y empleo el pasado con toda intención) la vocación y la
obligación de ser alternativa a la derecha defendiendo con honestidad
los intereses mayoritarios. Roto ese principio, la función política del
partido fundado por Pablo Iglesias desaparece.
Los
argumentos de Griñán (o de Rubalcaba) suenan a hueco, porque aquí no hay
explicación que valga si antes no se depura el partido y su presencia
institucional, se abren investigaciones, se expulsa... y se dimite. La
hora de los arrepentimientos y el "esto no volverá suceder" pasó. Tal
vez los gonzálezpons de turno puedan refugiarse tras su cara dura; los socialistas, no.
Pero escucha, dicen algunos, como en el PSOE empiecen a limpiar...
tendrán que desalojarlo todo, desde la Secretaría General y la Ejecutiva
hasta un mogollón de agrupaciones. ¡Eso equivale a desmantelar el
partido! Pues mira, sí. Ésa parece ser la única salida. Y si no se
impone desde dentro por algún impensable milagro, se producirá en todo
caso por mera reacción (más bien hastío) social.
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