Después de que la semana pasada prometiese la puesta en marcha de la
unión de las estaciones de esquí de Candanchú, Astún y Formigal durante
el presente año, la presidenta de Aragón, Luisa Fernanda Rudi,
llegó el miércoles a la tribuna madrileña del diario ABC para lanzar
otra buena nueva: entre 2014 y 2020, la Unión Europea destinará 300
millones de euros (ahí es nada) a estudiar y planificar la Travesía
Central Pirenaica (TCP), esa línea férrea que discurriría por un túnel a
baja cota de más de 30 kilómetros de longitud. En los dos casos,
nuestra jefa se tiró a la piscina en presencia de la ministra de
Fomento, Ana Pastor, que la escuchaba con plácida sonrisa. ¿Asentía?, ¿se pitorreaba? Con esta gente nunca se sabe.
Podrá ser cierto lo que nos viene anunciando Rudi, pero yo no me lo
creo. Ni lo del indeseable telecabina ni mucho menos lo de la TCP. Ambas
afirmaciones sitúan al actual Gobierno de Aragón en línea con los que
le precedieron: todos han compartido la capacidad de proclamar con
inaudita alegría, proyectos, maravillas, logros e incluso flagrantes
quimeras que por supuesto jamás se han hecho realidad. Con tal
procedimiento han logrado, una y otra vez, que la opinión pública y la
opinión publicada les acompañasen en la baladronada y renunciasen luego a
pedirles cuentas cuando el embuste se hacía patente.
Llevo
muchos años mostrando mi escepticismo ante las promesas con que nos
regalan los oídos nuestros queridos mandamases. Muchas de ellas suelen
tener que ver con un imaginario que ellos mismos han construido decenio
tras decenio y que en realidad no refleja los verdaderos intereses
colectivos de Aragón. Repetidos hasta la saciedad, los estereotipos han
recorrido transversalmente nuestra reciente historia convirtiéndose
primero en esperanzas, luego en decepciones, para volver a repetir
idéntico ciclo una y otra vez: esperanzas, decepciones, esperanzas,
decepciones... Increíble.
La TCP, cuya apertura Rudi sitúa hacia
el año 2030, es uno de los más obvios e inalcanzables lugares comunes.
Desde los años 90, cada Ejecutivo aragonés se ha concedido algún momento
de gloria a costa de esa tremenda infraestructura supuestamente capaz
de rivalizar algún día con el túnel que cruza el canal de La Mancha.
Bla, bla, bla. A fecha de hoy no se ha hecho nada. Ni siquiera hay un
anteproyecto digno de tal nombre. Ni se ha determinado el trazado
teórico de la travesía. Cada vez que los organismos comunitarios han
tocado el asunto ha sido para relegarlo.
Podríamos centrar
nuestros esfuerzos como comunidad en alcanzar metas más razonables y
asequibles. Ciertamente. Pero eso exige mucho esfuerzo. Así pues... que
corra la bola.
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