Los aragoneses bien informados saben que el PAR es básicamente un
partido clientelista, una versión democratera del viejo caciquismo
rural. Por eso los chascarrillos sobre ciertos contratos particularmente
folclóricos de la sociedad pública Sodemasa han formado parte del Club
de la Comedia aragonés, y yo mismo he susurrado aquí algún monólogo
gracioso al respecto. Pero tras el estallido de la crisis no nos queda
buen humor. No estamos para pijaditas. Por eso cuando la citada Sodemasa
(empresa creada por la DGA para atender asuntos medioambientales) se
fusionó con Sirasa (ídem destinada a desarrollar servicios en el sector
agropecuario) su resultante, Sarga, se convirtió en una especie de bomba
de relojería política. Ahora, el intento de aligerar su
plantilla ha derivado en una espectacular explosión. Y las personas
humanas, los aragoneses de pro, alucinan. Porque esto ha ido demasiado
lejos. El Partido Aragonés es titular de una extensa red de intereses
sencillamente increíble. Cutre, sí; casposa, cierto... pero profunda y
extensísima. Una pasada.
En esta España perpleja ante la amplitud
de las redes de corrupción nada debería extrañarnos. Pero las
negociaciones sobre el futuro de la mentada Sarga, en la que directivos
del PAR discuten con sindicalistas del PAR dando por supuesto que nadie
joderá a los empleados del PAR, supera todos los límites. Conocer
detalles sobre los ejecutivos bienpagaos, las oficinas sin actividad razonable, los suertudos que suman varios sueldos por la jeta o
los representantes sindicales (¡incluso de CCOO, UGT y de OSTA!) que
también están en el meollo te deja frito.
Eso sí, aunque podamos alucinar al conocer detalles de esa zona oculta
del iceberg regionalista, donde habitan decenas y aun cientos de
desconocidos paniaguados, recordemos que si el PAR ha llegado hasta aquí
ha sido siempre con la desdichada complicidad del PP y el PSOE. Los dos
partidos mayoritarios son tan culpables o más de este inmenso merdé.
Lo siento por los empleados honestos de Sarga (que los hay). Pero a esa
empresa, ¡pública!, no hay por dónde cogerla. Demasiado Juan Palomo.
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