Este es un gobierno de zombis erigido sobre un parlamento cuyas
mayorías hace tiempo que se homologaron recíprocamente a dentelladas
como perfectos, y peligrosísimos, muertos vivientes. Ante tan tenebrosa
realidad, politólogos, filósofos y analistas chocan con la contradicción
que les plantea defender la democracia y sus instituciones al tiempo
que asumen y denuncian la corrupción generalizada entre quienes las
gestionan. Compleja situación. No son los quincemayistas, ni
siquiera los más ácratas, quienes han barrenado el sistema; tampoco los
fascistas disfrazados o manifiestos. La voladura de las instituciones es
mérito exclusivo de aquellos que las ocupaban... y las ocupan.
Gürtel es un virus que amenaza con tumbar al PP. Bárcenas
es un kamikaze que recorre la escena política filtrando lo que luego
niega, sugiriendo lo que desmiente, sembrando el caos y exigiendo a
gritos una garantía de impunidad. El Gobierno de España huele a difunto y
a vudú político. Mientras lanza dentelladas a diestro y siniestro,
sostiene su enloquecido deambular proclamando que la crisis ya cede (lo
argumentó ayer Cospedal con esa cara suya de cemento armado) y
advirtiendo que los socialistas también son (que lo son) cadáveres
ambulantes. Menudo aquelarre.
A estas alturas todo cuadra, ¿no? El linchamiento moral y profesional de Garzón,
las cuantiosas donaciones de empresas y adinerados particulares que
recibía el PP, la formidable trama que se escondía bajo la red Gürtel...
Incluso el caso Naseiro vuelve del pasado para recordarnos que
ya se usó entonces un obvio tecnicismo jurídico para correr un tupido
velo sobre la forma en que se financia la gran derecha española. Llueve
hoy sobre mojado, y la ciudadanía está tan repleta de sospechas, de
intuiciones y de palmarias evidencias que no parece dispuesta a creer en
la inocencia de nadie.
Todo muy feo, mucho. Y ahora... ¿Cómo
puede la ciudadanía ir al rescate de las instituciones democráticas?
¿Qué salida tiene la gente ante este delirio? Pues ponerse en pie, dejar
de llorar y renegar, recuperar la política... y echar a los malditos
zombis.
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