Vamos a presentarnos como acusación particular en el caso Madrid-Arena, dijo la alcaldesa Botella. Y se quedó tan ancha, la tía. Pero la boutade de doña Ana palidece ante lo de Baleares, donde el PP de Bouza pretende actuar también como acusación contra el PP de Matas,
a cuenta de la presunta financiación irregular del partido organizada
por la trama Gürtel. Hace falta valor e impudicia para ejecutar estas
piruetas a la vista de todos.
España es un laberinto legal, sobre el cual revolotean la vicepresidenta Soraya jurando que a los suyos no les ha de temblar el pulso y el ministro Gallardón
endureciendo las penas a salto de mata. El sistema judicial es un
desastre, y en medio del tumulto cada español se pone de puntillas para
ser abogado de secano si carece de la licenciatura en Derecho. Mario Conde, sinvergüenza convicto, salía hasta hace poco en una TDT del carajillo party dictando cátedra... ¡claro!, como que fue letrado del Estado antes de echarse Banesto al bolsillo.
La Ley es una materia moldeable, maleable e inestable. Cualquier ilusión al respecto acabó el mismo día en que el juez Garzón,
mascarón de proa de las investigaciones sobre la ya mencionada trama
Gürtel se convirtió en el (por ahora) único condenado por tal asunto.
Desde luego fue un gran logro del Estado de Derecho (o más bien de derechas)-
Y no se crean que aquello cayó en saco roto. El garantismo asimétrico
consagrado entonces es hoy doctrina. Los integrantes del clan Jodorovitch
acaban de ser exculpados por el Tribunal Supremo de los delitos de
tenencia de armas de guerra, tráfico de drogas y otras lindezas.
Entendieron sus señorías que el permiso judicial para intervenir los
teléfonos de la banda y registrar sus inmuebles (donde farlopa y
metralletas aparecieron en cantidades industriales) no era todo lo
correcto que debiera. Y anularon el proceso previo. Los manguis salieron
a la rúe y allí están tan ricamente. Eso sí, no les devolvieron la
perica ni las armas. Una jugada redonda. Y eso que los
jodo-jodo-Jodorovitch no tenían como defensor a Federico Trillo, que, si no, se llevan a casa la merca y los hierros.
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