Si rectificar es de sabios, aquí todo el mundo debe ser idiota,
porque rectificar, lo que se dice rectificar, no lo hace ni Dios. Quien
algo manda o representa se aferra a sus ideas, criterios, invenciones o
majaderías, y no valen ni las evidencias aritméticas ni el rechazo
social ni el fracaso rampante.
Fíjense en Cataluña. Mas
lanza un órdago sin precedentes, se estrella en las urnas y ni el shock
de la noche electoral ni la reflexión posterior le llevan a otra
conclusión que no sea la de seguir en el machito. Pere Navarro,
el del PSC-PSOE, se queda también tan ancho con el revolcón a las
espaldas. Podía haber sido mucho peor, consuela a los suyos. Al minuto
le imputan a su secretario de Organización y al alcalde de Sabadell por
presunta corrupción urbanística. Como si nada.
Todos los
organismos internacionales (ayer la OCDE) advierten de que el PIB
español sufrirá en 2013 una caída tres veces superior a la calculada por
el Gobierno . ¡Bah! Rajoy y ese portento llamado Montoro hacen sonrisitas aferrados a su argumentario: las reformas (las suyas) están sacándonos ya de la crisis. Qué sabrá la OCDE.
En esa supuesta comisión investigadora que ha montado la alcaldesa Botella
en el ayuntamiento de la Corte, los que fueron responsables del Madrid
Arena pontifican muy serios que aquello era segurísimo (¡a la vista
está!). Los jefes del tema marítimo cuando la crisis del Prestige
aseveran a su vez que mandaron el barco a cascarla para evitar una
catástrofe (por lo visto, lo que hubo fue un festival). Los barandas que
untaron en Caja Madrid-Bankia también comparecen para explicar muy
formales que aquello iba estupendamente pero algún patoso (ellos no,
claro) lo fastidió. Sus homólogos de Caja Castilla-La Mancha secundan la
moción.
Y así todo lo demás. En Zaragoza, la ciudad inmortal,
los promotores del abracadabrante plan para llevar estudiantes
universitarios a ejercer de profes auxiliares en los colegios e
institutos, se aferran con uñas y dientes a su idea pese al rechazo de
la comunidad escolar, mosqueada por esa pretensión de sustituir
profesionales por amateurs. La monda, oye.
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