España es un país que vuelve una y otra vez sobre sus viejas manías.
Ello no es tanto el fruto de alguna fatalidad insoslayable sino de las
rémoras que nos atan a ese mismo pasado que fingimos olvidar. Y les voy a
decir una cosa: aquellos que más reclaman (incluso exigen) la amnesia
son precisamente quienes más evocan las épocas cuyo recuerdo (por otros)
consideran tan conflictivo e improcedente.
Los actuales
argumentarios del Gobierno y de la derecha mediática me suenan cantidad.
Desde la "mayoría silenciosa", ya invocada por Arias Navarro
frente a las movilizaciones masivas contra el tardofranquismo, hasta las
escandalizadas alusiones a los "agitadores a sueldo", (ayer, activistas
contra el régimen del Generalísimo; hoy, liberados sindicales).
Las leyendas sobre huelgas impuestas, piquetes mercenarios, dirigentes de la izquierda dedicados a la dolce vita
o agitadores estudiantiles que no estudian han sido moneda común
durante más de siglo y medio, desde que llegaron a este país las
modernas doctrinas sociales y la buena gente de orden se rebotó. El
imaginario ultraconservador ha traído hasta el presente estas y otras
fabulaciones. Por eso hoy, cuando oyes a los telepredicadores poner en
duda el talento artístico de Javier Bardem (paradigma actual del famosos progresista), casi estás oyendo el eco de aquellos articulistas de El Alcázar asegurando sin inmutarse que Pablo Picasso
era un pintamonas. Por supuesto, en ambos casos los reaccionarios se
han escandalizado ante la aparente contradicción entre el izquierdismo
de los personajes y el notable volumen de sus ingresos. Como si la
actitud contestataria de una celebridad bienpagada fuese más anormal que
la adhesión a la contra de los pobres mindundis que comulgan afanosos con las ideas y propuestas de la oligarquía financiera.
En fin, el otro día un lector replicó un artículo mío sobre el declinar
de la democracia social. Si se vienen abajo las libertades, vino a
decirme, ¿cómo se explica que usted escriba a favor de la huelga y al
día siguiente ni le despidan ni le metan en la cárcel? ¡Ah, terrible
máquina del tiempo!
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